Escribe: Luis Vélez desde Berlín
Segundo despacho: Dahomey, Pepe y Architecton: Reflexiones audiovisuales sobre humanidad, naturaleza y pertenencia.
Tres platos fuertes de la competencia principal que comparten un sentido de espiritualidad, razonamiento y cinematografía, desplazándose entre la no ficción y la hibridación con la ficción.
Dahomey, de Mati Diop.-
(Francia, Senegal, Benín; 2024)
En competencia
Para algunas personas que hemos tenido la afortunada experiencia de visitar museos como el Louvre o el Pérgamo, ha sido inevitable ser conmovidos por un extraño sentimiento de abrumación al recorrer las salas que albergan piezas y figuras ancestrales de civilizaciones del pasado geográficamente lejanas a Europa, una discusión en sí misma. ¿Cómo llegaron ahí? Varias como parte de botines de guerra, saqueos, obsequios de líderes corruptos, disposiciones de tiempos coloniales. Al observar con atención estos objetos, más aún cuando acarrean en sí cargas históricas sagradas, la sensación es de una pesadumbre cercana al miedo. La extraordinaria cineasta franco-senegalesa Mati Diop documenta un momento (y proceso) clave, concentrado hábilmente en una hora de duración: la repatriación de un significativo número de estos tesoros, desde Francia hasta Benín, el país africano en el que floreció el reino de Dahomey.
Diop le otorga habla y reflexión a una de las piezas, un objeto fríamente designado por un número de catálogo ha de convertirse en embajador retornando de un encierro, acaso un dios o un rey de Dahomey. Este conferir de un habla a un personaje centenario se materializa en el filme a través de una efectiva, intimidante y resonante voz en off que va narrando esta estadía y tránsito. El diseño de sonido y la musicalización contribuyen a esta meditación metafísica. En una segunda parte va a generarse un siguiente debate, al arribar los tesoros a Benin. Es toda una conversación encendida sobre visiones tanto gubernamentales como ciudadanas sobre pertenencia, memoria y, coronando ello, un magnífico debate sobre colonialismo que en la universidad beninesa de Abomey-Calavi tendrá en sus estudiantes, lidiando inclusive con el hecho de hablar francés, la mejor muestra de un discurso abierto que Diop potencia con un un tratamiento cinematográfico que amalgama el documental político con una dimensión metafísica.
Pepe, de Nelson Carlos de Los Santos Arias.-
República Dominicana, Namibia, Alemania, 2024
En competencia
Si Mati Diop confiere en Dahomey voz al espíritu de un dios ancestral, en Pepe, el director dominicano Nelson Carlo de Los Santos Arias la captura desde el alma figurada de un hipopótamo, siendo no un alma y un hipopótamo cualquieras. A de Los Santos Arias, lo recordamos de su anterior largometraje, la fascinante Cocote (que pudimos ver en una edición de la Semana del Cine U Lima). Similar a Cocote, el cineasta, afirmando un sello autoral, propone una hibridación de ficción fantástica y observación crítica casi documental, revestida de un aura mística. La película parte de un hecho insólito: el zoológico que construyó para sí Pablo Escobar en la selva colombiana, haciendo traer animales desde África, y que, una vez abandonado, introdujo en territorio silvestre (y en pequeñas aldeas) una serie de criaturas salvajes no endémicas. Especial atención recibió de la prensa la presencia de Pepe, el hipopótamo.
Lo que viene a continuación es, por un lado, la narración que proviene del propio Pepe, como un ánima flotando en el espacio/tiempo, reconstruyendo su historia, bajo el enunciado de saberse muerto, sin saber por qué ni dónde, una manifestación que opera retumbando en nuestras conciencias humanas, sobre especismos y colonialismos, con agentes que pueden ser un cazador alemán en Namibia o o una patrulla del ejército en Colombia. Como trazas de este colonialismo, las reflexiones ontológicas de Pepe van desplazándose entre el mbukushu bantú, el afrikáans de Namibia y el español paisa de Colombia. En ese sentido, son varios los actores que prestan su voz a Pepe, misma que melancólica y hechizante, se complementa con la música y el diseño sonoro a cargo del mismo de Los Santos Arias, sumándose un tratamiento fotográfico espléndido. En otra línea expositiva de la película, un comentario o visión etnográfica da pie a una serie de pequeños relatos que vinculados al de Pepe, desde los pueblos van tomando otros virajes. Anecdóticamente, la «sección colombiana» de Pepe ha sido rodada en la República Dominicana.
Architecton, de Victor Kossakovsky
Alemania, Francia, Estados Unidos; 2024
En competencia
El ejercicio de contemplación al que induce Architecton resulta tan asombroso como sobrecogedor. Concebido como un filme documental sobre diversos conceptos detrás y delante de la construcción de edificaciones a lo largo de los tiempos remotos de la humanidad, la deliberación es múltiple, pero central los esfuerzos y bríos de Michele De Lucchi, arquitecto y diseñador italiano, figura de la película, al igual que su director, el experimentado documentalista ruso Victor Kossakovsky (Belovy, Russia from My Window, ¡Vivan las antípodas!, Gunda), por poner luces y filosofar ante lo abrumante del tema, expuesto tanto con lirismo como lucidez. Son más de una las preguntas provocadas: las nociones de la durabilidad de las construcciones, la conservación de los restos del pasado, lo precario en el presente, la planificación del futuro.
Una dialéctica de megalitos y colosos erigidos ocultando o develando secretos, en contraposición a modestos barrios, y la destrucción a manos de las fuerzas de la naturaleza, recorre paisajes de la urbanidad antigua y moderna, bella y caótica, en Turquía, Italia o Líbano. El enfoque cinematográfico, aún al interior de las formas del cine de la realidad, es esencialmente poético en su elaboración audiovisual. Se suceden imágenes (con fotografía de Ben Bernhard) que deben verse en pantalla grande, algunas de toma abierta e impresionantes aéreas que sirven para los propósitos del análisis. Asimismo, la música de Evgueni Galperine y el diseño sonoro de Alexander Dudarev realzan la propuesta de un documental que no deja indiferente ante la meditación de saber que el concreto -el acumulado por siglos, el de hoy, el del futuro- es mucho más abundante de lo que creemos, de ahí que al colocar en la ecuación la hermosura o la fealdad de nuestras edificaciones, para este planeta, el material es sencillamente igual de perjudicial. En consecuencia, Architecton es, sin duda, una advertencia.