Sábado, Abril 27, 2024

Fruitvale station: el uso de armas y sus efectos colaterales

Opinión

Por Carlos Chanca Navarro

Antes de haber dirigido Black Panther (2018) y el regreso de Rocky en Creed (2016), Ryan Coogler debutó en 2013 con un poderoso relato basado en hechos reales, hechos que pudieron evitarse. ‘Fruitvale Station’ cuenta las últimas 24 horas del joven Oscar Grant III, que falleció a vísperas de comenzar el año 2009, producto de un disparo perpetrado por un agente policial dentro de una estación de metro.

La historia sucede en la ciudad de San Francisco (California) y nos muestra las relaciones más importantes de Oscar: su familia, su novia y en especial su hija de 4 años. Un joven con cualidades y defectos, alguien que después de su paso por la cárcel intentaba sostener a los suyos. El film mantiene un estilo realista que se acerca a lo documental (esta última decisión técnica fue inclinada por las múltiples grabaciones que se registraron el día del incidente). El caso real fue llevado a juicio y los responsables recibieron condenas que no fueron proporcionales al incidente. Johannes Mehserle; el policía que disparó contra Oscar fue condenado en 2010 a dos años de cárcel, saliendo en libertad a los once meses. Esto reavivó diversas marchas en la ciudad que terminaron en vandalismo y arrestos masivos.
El caso Grant fue una confirmación más de que cuando existen armas que forman parte de una disputa, los efectos provocados se esparcen más allá del incidente; es decir, se vuelve colateral (personas o lugares que se afectan indirectamente de un acontecimiento). Ya sea por ideología, identidad, orientación sexual, dinero, etc. Este caso nos habló de algo universal y sistematizado que ocurre en diferentes partes del globo.



Estados Unidos ha sido el foco internacional en varias ocasiones por los tiroteos realizados en escuelas y lugares públicos. Películas, documentales e incluso canciones han salido sobre lo destructivo que puede ser el uso deliberado de las armas y la deshumanización que provoca en algunos involucrados (sin importar las razones o el contexto). El tema siempre será un debate interminable. Hay fieles seguidores a este -modo de vida o supervivencia- , y han logrado justificar sus razones para presionar la vigencia de algunas leyes que los favorecen: Argumentando que los delitos ocurren precisamente porque no existen la suficiente cantidad de armas en los lugares necesarios. Sin embargo, en un estudio de 2015 que utilizó datos del FBI y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, realizado por los investigadores del Boston Children’s Hospital y la Universidad de Harvard, informaron que los ataques con armas de fuego eran 6,8 veces más comunes en los estados con más armas que en los que tenían menos armamento.

Pasando la problemática a Latinoamérica. Las leyes para el uso restrictivo de armas son más sólidas aunque eso implica un factor contradictorio: el uso ilegal de armas. En Argentina, por ejemplo, se destruyeron más de 300.000 armas y municiones, entre el periodo del 2007 y 2015. Además, existe una lista pública de las personas que poseen armas y a la que cualquier ciudadano puede entrar. Las personas que pidan el permiso deben hacerlo con fines deportivos y no tener problemas psicológicos. El uso para defensa personal es muy inusual y requiere de más justificaciones.

Aquí, en casa, Perú ha actualizado sus leyes con respecto al uso de armas. La Ley Nº 30299, aplicada en 2015, es la más vigente normativa relacionada a regular el uso civil de armas de fuego. Según el artículo 7, algunas de las condiciones para obtener licencia son las de no contar con antecedentes judiciales ni policiales, no haber sido sentenciado como responsable de violencia familiar ni haber sido dado de baja de las Fuerzas Armadas o la Policía Nacional del Perú.



El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) , mostró que en el primer semestre del 2019, el 10.4% de la población de 15 o más edad fue víctima de modalidades delictivas que implican el uso de armas de fuego. Además, la revista institucional, edición julio 2020, de la Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil (SUCAMEC) , mencionó que desde el 2013 hasta ahora se han destruido 31,682 armas. También mostró que existen 81,935 licencias de uso de armas que están vigentes, en la diferentes modalidades existentes (seguridad privada, defensa personal, caza, etc). En 2018, hace solo 2 años, el número total de licencia se reportó en 31,479. Las cifras actuales evidencia el incremento de esta tendencia; y al mismo tiempo la constante supervisión y fiscalización por parte de las entidades responsables.

Como podemos visualizar, el debate de las armas es diverso en cada situación y país. No es un tema fácil de dialogar ni llegar a concesiones que logren un equilibrio entre los involucrados, porque queramos o no, refleja parte del comportamiento colectivo de una nación que tenga como problemáticas latentes la inseguridad y la violencia.
Fruitvale Station mostró a un hombre que no quería ser condenado socialmente por su pasado, que buscaba una nueva ruta de vida (como muchos) y que la oportunidad se le vio truncada. Nos expuso también que los estratos de poder pueden darte impunidad sobre algo o alguien, y los efectos provocados de dichos acontecimientos terminan perjudicando a más personas sin que estas lo hayan visto venir o tengan los medios para afrontarlo.

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