Todos sabemos lo que está sucediendo detrás del muro de la vergüenza. Lo hemos leído y visto infinitas veces. Y todas esas palabras e imágenes reaparecen, como una especie de filtro, mientras la película avanza.
Al margen de gustos personales, es su obra más grande y aquella donde ha podido plasmar, con todos los excesos mediante, su propio universo. Y quizás, lo más importante, es que dentro del profundo cinismo de su cine, ha encontrado su lado más humano.
El mundo del anime en el cine sigue en auge y sus máximos representantes como Mamoru Hosoda o Makoto Shinaki, por mencionar un par, son maestros consolidados. Pero lo de Miyazaki se encuentra en otra categoría, dibujando en una liga aparte y compartiendo un valor artístico del más alto, profundo e importante nivel posible.
Recién empieza el año pero será complicado que llegue, en los mas de trescientos días por delante, una película más encantadora, sensible y hermosa que "Los que se Quedan".
Lo que hace Bayona con el material, es transformarlo en una experiencia totalmente inmersiva e hiperrealista. El espectador enfrenta, junto a los veinteañeros rugbiers, la inclemencia e inmensidad de las montañas y el frío gélido que las baña, así como la claustrofobia de sobrevivir, al límite de lo que significa ser humano, hacinados en los restos del avión destruido y sacudido no por una, sino dos avalanchas.