Con el reciente caso ruso de Stas Reeflay y su complicidad directa por el deceso de su enamorada, mientras él realizaba un streaming. Los límites de la red, vuelven a ponerse en la mesa. ¿Qué tanto eres capaz de hacer para conseguir la validación virtual? ¿Cómo distribuyes tu tiempo presencial del digital? ¿Qué deseas ocultar de los demás? ¿Cuál es tu verdadera esencia?
The Cleaners (2019) nos presenta la ciudad de Manila (Filipinas) y dentro de ella una de las bases más activas dedicadas a la «limpieza de contenidos» en redes sociales. Los limpiadores de contenido se dedican a filtrar toda la información que aborda la red. Deciden que debe desaparecer o mantenerse. Navegan a través del contenido en línea más violento y controvertido. «Borramos imágenes, videos y textos que violan las normas de las redes sociales. La mayor parte del material que comprobamos aquí, proviene de Europa y Estados Unidos» expresa uno de sus trabajadores de manera anónima.
Con un aproximado de 20 millones de habitantes, Manila posee una gran diversidad. Teniendo la moto como su medio de transporte predilecto y una predominancia del catolicismo como fuente de fe, además de un idioma (el Tagalog) que posee influencias del léxico español e inglés. Es importante contrastar estas características con la labor moral que tienen muchas personas en dicha Ciudad. Manila se ha convertido en la urbe que posee una gran cantidad de trabajadores experimentados en la área ya mencionada (más que cualquier otra región del mundo).
Hans Block y Moritz Riesewieck dirigieron este viaje documental que empezó en 2013. Después de la filtración de un video donde una menor había sido violentada. Los cineastas se preguntaron sobre los criterios de censura que tenían las redes. El documental evidencia algo puntual que ya suena familiar; tanto Google como Facebook contratan a empresas, que a su vez, contratan a personas para que se encarguen de limpiar sus redes sociales de cualquier contenido que infrinja las normas de la aplicación. De esta manera las grandes compañías se libran de la responsabilidad de estos trabajadores (la mayoría firma contratos de confidencialidad para no exponer lo que ven).
Estos limpiadores suelen revisar de 20.000 a 25.000 fotos y/o videos diarios. A veces, solo necesitan de 8 segundos para saber si deben eliminar o ignorar el contenido. Muchas cosas dependen del contexto en el que se publiquen y el juicio crítico debe ser lo más preciso posible. Algunos contenidos que deben revisar son chocantes, quedan dentro de ellos mucho después de haberlos revisado. Seguir ahí es una cuestión de supervivencia salarial.
«No debemos dejar que los contenidos que vemos nos afecten, pero la realidad es que si lo hacen, y mucho. Si te importa algo en la vida, debes estar dispuesto a sacrificar una parte de ti por esa causa. Tratamos de proteger a los demás de la maldad del ser humano”. La moderación constante de video en vivos ligados a personas que se autolesionan fueron el camino al suicidio de unos de sus moderadores más antiguos en el rubro. Aunque este tipo de casos tratan de ser tapados y olvidados para seguir laborando en un trabajo que requiere de atención constante debido al flujo de información que tienen las redes.
Con respecto a las temáticas recurrentes de censura se encuentra el abuso sexual de menores, las autolesiones y la propanga terrorista. Según «los limpiadores» existen 37 organizaciones terroristas cuyo contenido está vetado en internet. Lista que proviene del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) de Estados Unidos. Ellos deben conocer muy bien los símbolos y mensajes que utilizan estos grupos.
Haciendo una oposición con los limpiadores, la organización no gubernamental llamada Abdulwahab Tahhan que rescata imágenes y videos sobre los conflictos en Siria y en otros países en guerra constante; hace que la labor de recolección tome otro matiz. Según Chris Woods (fundador) lo hacen para mantener un registro de que las guerras no deben ser olvidadas, que es necesario recordar para saber en qué fallamos y cómo podemos ser mejores en sociedad. Limitando la expresión, también limitamos el desafío y el esfuerzo; suelen ser interpretaciones que salen de este tipo de grupos que intentan mantener la memoria humana más cuestionable.
«La razón por la que hablo contigo es porque el mundo debe saber que estamos aquí, que hay alguien que comprueba las redes sociales», explica uno de los trabajadores. Estos moderadores tienen una labor significativa y que causa repercusión. Hay poder en sus elecciones. En especial, cuando se sabe que existen situaciones donde los algoritmos no pueden actuar de manera eficiente.
Conectando este punto, hace unas semanas, Facebook entró una vez más en controversia. Los famosos «fake news» han crecido exponencialmente y este año ha sido el comprobante contundente. Hace unas semanas, el escenario de las elecciones en Estados Unidos, hizo que varios trabajadores de la red expresaran su inconformidad con la filtración de contenidos dudosos que se volvieron virales. Generando así la desinformación y el rechazo. Además de una mayor visibilidad a medios masivos como CNN o The New York Time. Sus trabajadores proponen que haya una mayor responsabilidad social a la par que sus objetivos comerciales funcionen (una dicotomía que resulta difícil de poner en práctica).
The Cleaners, nos muestra con contundencia que la frase dicha por Zuckerberg hace unos años: “Compartir cualquier cosa con cualquiera”, no resulta viable en un mundo tan cambiante y agresivo donde sus habitantes suelen dejarse llevar por la impulsividad.
La era digital está en apogeo y por ese motivo se necesitan sistemas que funcionen para el bien común. Una democracia (ya sea presencial o virtual) requiere que existan normas de comportamiento y verdades básicas comunes que promuevan el respeto de la integridad humana. Las grandes empresas deben reflexionar acerca de si han creado sistemas que fomentan y aceleran las expresiones más ofensivas e indignantes, en lugar de promover la comprensión colectiva (que no es sinónimo de aceptar lo que el otro expone). Llegar a ese consenso parece una tarea utópica, no por eso, menos válida para intentar equilibrar esa balanza.
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