La página web de Cannes para la prensa murió. Luego de recibir ataques cibernéticos no dio más, y aunque lucharon hasta el final, terminaron tirando la toalla. El caos fue el hashtag del momento y conseguir entradas se volvió una tarea ardua, imposible, de horas. Literalmente. Por lo tanto, si uno aún no había reservado ticket, estaba en serios problemas. Era o hacer cola para las maquinitas en el palacio – entendiendo que, entre funciones, escribir, comer y trabajar ya no hay tiempo suficiente para nada más – o aceptar ver lo que ya tenía a la mano.
Y aunque felizmente crearon otro link sobre la marcha, que increíblemente no avisaron y que encontramos en el tercer día gracias a un artículo de alguna revista estadounidense… hubo un par de funciones a las que ya no pudimos llegar y que intentaremos ver más adelante.
«La femme de Tchaikovsky«
Sección: Competencia oficial
Dirección: Kirill Serebrennikov
Guión: Kirill Serebrennikov
País: Rusia
Reparto: Alyona Mikhailova, Odin Lund Biron, Miron Fedorov, Nikita Elenev, Ekaterina Ermishina, Filipp Avdeev, Andrey Burkovskiy
La primera película que vemos de la competencia oficial, es del director ruso Kirill Serebrennikov, quien presentó “Leto” en el 2018 y “La Fiebre de Petrov” el año pasado. Encontrándonos en el marco de una edición marcada por la postura anti Kremlin, Serebrennikov llega como héroe disidente del gobierno de Putin; y es recibido en le grand théâtre Lumière con fuertes aplausos cargados de apoyo político inminente.
Este año, para celebrar la edición número 75 del festival francés, el director vuelve con fuerza con “Tchaikovsky’s Wife”, una intensa película – parcialmente basada en hechos reales – que cuenta la trágica vida de la esposa de uno de los compositores más importantes de la historia: Piotr Tchaikovsky.
Todo empieza con el matrimonio entre Antonina Milioukova (Alyona Mikhailova), una joven de familia noble rusa y Piotr Tchaikovsky, el ya conocido compositor que – buscando acabar con los rumores de su homosexualidad, decide contraer nupcias con esta joven quien vive perdidamente enamorada de él. Sin embargo, al pedir su mano, Piotr le deja en claro que esta no sería una relación pasional, que nunca se ha enamorado de ninguna mujer, que es un hombre de temperamento fuerte y neurótico… y; sobre todo, que serían como de hermanos… Pese a todas estas advertencias, Nina decide casarse con el hombre que tanto ama y admira. Para este punto en la película, sabemos que la protagonista es una devota religiosa, quien ama la música (estudió algunos cursos en el conservatorio) y que está obsesionada con ser la esposa perfecta para Tchaikovsky.
“Tchaikovsky’s Wife” arranca con un texto dejando en claro que será una fiel representación de la Rusia de la época, de fines del siglo XIX, pocos años antes de la revolución, en donde las mujeres no eran más que una firma extra en el pasaporte de sus maridos. Como espectador, uno espera que el film fuera a desarrollar más sobre este lado del retrato de la mujer en la sociedad, donde no es más que un accesorio; brindando una crítica. Sin embargo, Serebrennikov opta por no tomar ese camino y se enfoca más en mostrar la trágica evolución de la psique de la protagonista luego de que su esposo le pida el divorcio.
Antonina es una mujer que basa su existencia en su rol como esposa de Tchaikovsky llegando a extremos enfermizos para no dejar de serlo. Por otro lado, tenemos la homosexualidad del compositor y su lucha por esconderla de la sociedad; sin embargo, el director tampoco profundiza sobre este tema. Enfocándose más en la lucha de Tchaikovsky por salirse del peor error que cometió en su vida, el casarse con esta joven, y también nos enfrentamos a la cara opuesta de la moneda, una Nina que jamás permitirá que le quiten lo más importante de su vida: el matrimonio con el compositor.
En realidad, lo que más rescatamos de “Tchaikovsky’s Wife” es la belleza, casi pictórica, de muchos de sus encuadres. Hay tomas donde realmente se siente el esmero y el arte puestos a la disposición de la cámara para generar imágenes dignas de imprimir y enmarcar. Y es que, al igual que la música, la fotografía cobra casi un rol protagónico en este film, donde la estética es igual o más importante que la historia en sí. Se percibe que Serebrennikov toma constantemente decisiones narrativas en base a cómo se verá en la pantalla grande. Un camino que le hace mucho bien a nuestras retinas pero debilita la historia y evita que se profundice de forma más completa en temas o fragmentos que merecieron más atención y desarrollo. El director tuvo prioridades que se notan claramente.
La película es sostenida, en gran parte, más allá del aspecto estético que mencionamos líneas atrás, por la actuación de Alyona Mikhailova, quien se compenetra con el retrato de una mujer cegada por su voluntad, quien poco a poco cae en un agujero negro de humillaciones, cero amor propio y actitudes negligentes contra ella misma.
“Tchaikovsky’s Wife” es un deleite visual que nos generó suspiros animados por la satisfacción estética de sus planos; sin embargo, así como Antonina Milioukova se dejó embriagar por un amor no correspondido, Serebrennikov se dejó llevar por la belleza visual de su obra y perdió algunas oportunidades de fortalecer el relato.
«Le Otto Montagne«
Sección: Competencia oficial
Dirección: Felix Van Groeningen, Charlotte Vandermeersch
Guión: Charlotte Vandermeersch, Felix Van Groeningen. Novela: Paolo Cognetti
País: Italia
Reparto: Luca Marinelli, Alessandro Borghi, Filippo Timi, Elena Lietti
Ya en su anterior trabajo «Beautiful Boy», bastante más melodramático y excesivo que el actual, Felix Van Groeningen le había puesto énfasis a la belleza de sus encuadres. Detrás de un Timothée Chalamet llorando a cántaros o de un Steve Carrell pensativo; se veía un árbol iluminado y brotando sombras. En «Le Otto Montagne», y ahora co-dirigiendo junto a Charlotte Vandermeersch, esta búsqueda de lo hermoso encuentra puerto en los Alpes italianos. Pero no solo se contenta con lo contemplativo.
En «Le Otto Montagne» es la historia de una amistad que empieza en la infancia, en unas vacaciones del campo para un niño citadino y un tiempo cualquiera para un niño local. De ahí, con el paso de los años, con idas y venidas, alejamientos y encuentros, se construye un fuerte vínculo que abraza dos visiones distantes y cercanas. Donde el común denominador es aquello intangible que los entrelaza, alimenta y une.
Si bien hay una excesiva búsqueda de la imagen estática perfecta, que muchas veces es conseguida durante su metraje, también hay un relato que trasciende el «wallpaper». Entre las imágenes geométricas y cuadradas de construcciones, metales y objetos, que resuenan con el padre ingeniero de uno (y lo estable), y su opuesto en la naturaleza, montañas y lagos (y lo inestable), siempre hay una sensación de encierro. Metáfora que es bien conseguida con el formato cuadrado de de la pantalla. Los protagonistas viven en una especie de cárcel mental. Ya sea porque deben, o quieren seguir los pasos de sus padres o porque intentan escapar de ellos. En este pendular es donde una y otra vez, y según la posición en la que cada uno se encuentra, debe ayudar o darle espacio al otro. Por lo tanto, sí hay un lazo entre lo mostrado y lo que se cuenta. Que se ve y se siente.
Sin embargo, el relato termina achatándose y por momentos, caminando en piloto automático. A las muy buenas actuaciones, bastante naturales, de Luca Marinelli (Pietro) y Alessandro Borghi (Bruno), flaco favor le hace una voz en off redundante y una música en inglés que escapa por completo del tono. Ambas herramientas, le bajan tracción a lo acontecido en lugar de potenciarlo. Es interesante también la respuesta del público, incluyéndonos, donde en el primer tercio teníamos la sensación de que se añadiría una relación de pareja entre ambos. Culpa nuestra y de nuestra sociedad de masculinidades frágiles de no estar acostumbrados a que dos hombres, heterosexuales, puedan tener la capacidad emocional de mostrar su sentimientos, tocarse y alcanzar ese nivel de intimidad.
Al fina de «Le Otto Montagne», un crítico español a gritado «¡Pero qué burla es esta, selección oficial!», a lo que una heroína sin capa a respondido «y a nosotros qué nos importa lo que pienses». Eso.
Hoy toca «Armageddon Time» de James Gray, «EO» de Jerzy Skolimowski. Si la web lo permite, otros más.