Volvemos, por segundo año consecutivo, al festival más importante del mundo. Un sueño hecho realidad. Nuevamente. Sensación que seguramente nos acompañe por los próximos diez, veinte, treinta años. O más.
Pero no hay peripecia que no venga acompañada de estragos, que en su momento son complicados o tediosos, pero que mirando para atrás se vuelven anecdóticos y más dulces que agrios. Luego de hacer cola por ocho horas para poder renovar nuestro pasaporte previo al viaje – trámite de emergencia que es el único posible por ahora en la capital peruana – además del largo viaje en avión para cruzar el charco y de otro en tren (de París a Cannes), que por ciertas averías no llegó al destino. Paréntesis acá, donde casi nos quedamos varados, porque no había forma de llegar, ni taxi, ni buses en la estación que estábamos, y que gracias a un simpático productor francés llamado Maxime; medio milagroso, conseguimos transportarnos junto a él al destino final. Arribamos.
Llegamos un día antes, por si acaso, y fue más que un «acaso». Recogimos nuestro badge, nos aclimatamos a la bella costa azul francesa y al transparente pero obvio olor a cine, celebridades y celebración. El palacio aún terminaba de instalar alfombras y las colas ya iban formándose. Hicimos las compras necesarias de provisiones para nuestro Airbnb y fuimos a celebrar nuestro aniversario. Siete años de relación recibidos con luna llena una noche antes del festival más importante del año. De nuestro festival favorito. ¡Salud!
«La Maman et la Putain«
Sección: Clásicos de Cannes
Dirección: Jean Eustache
Guión: Jean Eustache
País: Francia
Reparto: Jean-Pierre Léaud, Françoise Lebrun, Bernadette Lafont, Jean Douchet, Isabelle Weingarten, Jacques Renard, Pierre Cottrell, Jean Eustache
Parte de la magia de Cannes, es poder disfrutar de las proyecciones junto a los directores, actores y equipo de las películas en función. Este año no será la excepción, pues ha empezado de forma lujosa. Y por más extraño que parezca, hemos disfrutado de un clásico francés 49 años después de su estreno en el mismo festival.
Estamos hablando de «La Maman et la Putain» de Jean Eustache. Un largometraje en blanco y negro de casi 4 horas. Donde tuvimos la suerte de presenciar en las butacas a dos de sus protagonistas: Jean Pierre Léaud y Françoise Lebrun, quienes en una avanzada edad, recibieron los merecidísimos aplausos del público por varios minutos. Ahora, en su versión restaurada (y en 4K), de hecho restaurarán la filmografía entera de Jean Eustache, sirvió como plato fuerte previo a la inauguración del festival y de la película de apertura. Con esta empezamos arriba, en la estratosfera y nos servirá como referencia para tasar la calidad de los trabajos presentados en los próximo días. Alta valla.
En «La Maman et la Putain» (1973), acompañamos a Alexandre, una joven burgués, egoísta, narcisista y ensimismado, que vive en Paris (se podría decir que más específicamente, en los cafés, subsistiendo a base de una dieta de café, cigarros y alcohol). Él se hospeda en el departamento de su amante Marie, quien trabaja como vendedora en una boutique de moda. Mientras, intenta regresar con su ex pareja, Gilberte y busca comenzar una nueva relación con Veronika, una joven enfermera a quien apenas conoció en el icónico café «Les Deux Magots».
En «La Maman» retornamos a ese Paris que muchos quisimos conocer, post Mai 68, en el que te podías encontrar a Sartre y de Beauvoir tomando vino y conversando en el Café de Flore. Los personajes son jóvenes, frescos, están casi deambulando por la vida, intentando encontrarle un sentido, buscando compañía para pasar las noches y; tal vez, un poco más que eso. Se dice que este film es uno de los mejores del cine francés (sino el mejor). Jean Pierre Léaud tuvo una gran capacidad para representar a la juventud en su búsqueda existencial con tanta naturalidad que, uno duda si realmente el actor vivía en ese estado. Alexandre es un tipo con mucho carisma, un gran orador, que logra lo que se propone usando sus encantos naturales. Vive leyendo «Àla recherche du temps perdu» de Proust, mientras pasa su tiempo en cafés. Tiene un amigo, interpretado por Jacques Renard, que resulta ser un personaje genial y memorable. Representa a esa persona que pasa por la vida casi de forma etérea, viviendo el presente, ignorando las convenciones sociales y poniendo su propio set de reglas. Uno de esos personajes que aparecen poco tiempo en pantalla pero se roban el show. De esos que te dejan queriendo más. Curiosamente, para aterrizar la sensación de este a tiempos más modernos, podría decirse que es una especie de Spike de «Notting Hill».
Pero hablemos de las protagonistas, muy bien interpretadas por Bernadette Lafont como Marie y Françoise Lebrun como Veronika (con la que tuvimos el gusto de compartir sala). Alexandre vive con Marie, su amante un tanto mayor que él, que básicamente lo mantiene (tal vez de ahí venga «la maman»), le da techo, comida, amor y atención. Es una mujer trabajadora, muy guapa y con una personalidad muy fuerte y territorial. Ambos parecen estar en una relación abierta, sin problemas aparentes, hasta que aparece la joven enfermera Veronika, polaca, muy experimentada en el ámbito sexual (tal vez de ahí venga «la putain»), con un apego muy fuerte al alcohol y buscando exhaustivamente el verdadero amor (al cual describe como «el amor verdadero es cuando quieres tener un hijo con la otra persona, si no lo deseas, no es amor» – conjetura un tanto alejada de la realidad). Veronika está enamorada de Alexandre, como también lo está Marie, quien empieza a sentir fuertes celos de la relación que empieza.
Pasadas las dos horas de película, Marie conoce a Veronika y, por más que hay roces incómodos, peleas e intercambios desagradables; se vuelven amigas, comparten la cama (momento revolucionario para el cine de los 70s, ver a dos mujeres desnudas en una y besándose) y el amor por Alexandre. «La Maman» tiene momentos sumamente importantes para las mujeres, y es que ambas protagonistas sostienen una verdad muy grande, que ellas no deben ser tratadas como putas por querer acostarse con varias personas; sobre todo Veronika entrega diálogos interesantes al respecto, que siguen siendo válidos hasta el día de hoy.
Se podría decir que «La Maman et la Putain» es una película sobre la vida misma, una fiel pionera de antaño del género Mumblecore, donde realmente sentimos que presenciamos la cotidianidad de las personas en pantalla, tanto así que por momentos olvidamos que es ficción… Estamos muy agradecidos de haber podido asistir a esta función especial, casi 50 años después de su estreno en la misma ciudad, en el mismo festival… Definitivamente inolvidable.
«Coupez«
Sección: Fuera de competencia
Dirección: Michel Hazanavicius
Guión: Michel Hazanavicius. Historia original: Shinichirô Ueda, Ryoichi Wada
País: Francia
Reparto: Romain Duris, Bérénice Bejo, Grégory Gadebois, Matilda Anna Ingrid Lutz, Finnegan Oldfield, Luàna Bajrami, Sébastien Chassagne, Lyès Salem, Raphaël Quenard, Jean-Pascal Zadi, Charlie Dupont, Agnès Hurstel, Raïka Hazanavicius, Yumi Narita, Simone Hazanavicius, Marie Petiot, Florence Janas, Léa Millet, Yvon Martin
«Coupez» (Final Cut) iba a competir en la última edición del Festival de Sundance. Pero cuando cambiaron el formato de presencial a virtual (por la última cepa del virus), decidieron retroceder y guardarse para Cannes. Acá quedó fuera de competencia pero tuvo el beneficio de ser la película inaugural, reto que el año pasado le tocó a «Annette» (que sí compitió) y que no le quedó grande. Para Nada. Lamentablemente a Hazanavicius, el desafío le resultó algo holgado.
En «Coupez» seguimos a un director que, casi parodiando al propio Michel (parodiándose a sí mismo), es contratado para un trabajo casi imposible. Tanto por el tipo de película que debe realizar, como por el grupo humano al que le toca dirigir. Estamos hablando de un cortometraje de zombies, que debe permanecer fiel al guion y público a quien se dirige (japonés), aunque los actores sean franceses. Estos treinta minutos deben ser rodados en un plano secuencia y transmitirse en vivo para la presentación de la plataforma de streaming. Sumando a actores complicados, accidentados o engreídos y técnicos con problemas físicos. Un gran enjambre de ingredientes para el desastre.
De hecho, los primeros 30 minutos (o más), vemos el resultado de este trabajo y, hasta antes de esos créditos finales iniciales, uno queda perplejo con el recorrido y resultado. ¿Estamos viendo esto en Cannes? ¡Cómo parte de la ceremonia de inauguración encima! Sin embargo, se da el giro y todo empieza cuadrar. Es en ese detrás de cámara, donde lo fatídico sucede y los misterios y errores de esos primeros minutos se resuelven, donde se halla el mayor logro de la película. También en momentos divertidos y graciosos, aunque algo repetitivos y mucho de escatológico o de chiste simplón y grotesco. A veces funciona, otras no.
«Coupez» no abre el festival de forma gloriosa, y queda ciertamente opacada por la brillante «La maman et la putain», flaco favor proyectarla antes. Gran Premio para nosotros. Pero hay que reconocerle el buen rato a Hazanavicius y también el valor de su cine variado e irreverente que, más que nada, busca hacernos pasar un buen rato.
Hoy toca «Zheng Chaikovskogo» de Kirill Serebrennikov, «Le Otto Montage» de Charlotte Vandermeersch y Feliz Van Groeningen (Ambas en competencia) y, si el problemático sistema de los tickets digitales lo permite, «Top Gun».
