Por Sol Pozzi-Escot
Platillos voladores colgando de evidentes hilos, furiosas pirañas prehistóricas asesinas, monstruos de piel escamosa que emergen del lago para raptar a la doncella: el cine de serie B nos ha enseñado, tal vez sin saberlo, mucho más que las grandes producciones hollywoodenses. Sospechamos, tenemos que admitir, que estas películas de descabelladas historias y forzadas actuaciones, esconden, en su humildad, todos los secretos de la condición del hombre contemporáneo. Veamos, entonces, qué es lo que hace que el cine de serie B sea, hoy, más relevante que nunca.
Primero, lo primero: hagamos un breve repaso de la historia de este incomprendido género. Todo comienza durante la Gran Depresión de los años 30. Después del colapso de la bolsa de valores en los Estados Unidos, la industria cinematográfica fue gravemente afectada. De hecho, la concurrencia del público a las salas de cine cayó en un 30% entre 1930 y 1933. Los estudios cinematográficos y los cines no tenían más opción que ponerse creativos. Surgió, entonces, la idea de las funciones dobles: un ticket, dos películas. Sin embargo, presentar dos grandes producciones hollywoodenses resultaba demasiado caro para los exhibidores, y el público no necesariamente tenía la paciencia – ni la energía- para soportar ese tipo de función. Los exhibidores empezaron entonces a buscar películas más accesibles económicamente. Estas películas, de bajo presupuesto y corta duración (70 minutos en promedio), fueron bien recibidas por el público. Las historias que presentaban, normalmente de ciencia ficción, fantasía, o vaqueros, conquistaron el corazón del público a tal punto que, en poco tiempo, se formó toda una industria paralela a aquella de Hollywood, de la cual, incluso, surgieron grandes estrellas, como John Wayne, Ava Gardner, Rita Hayworth y Humphrey Bogart.
Y, así como se habla de los grandes clásicos de Hollywood, se habla también de los clásicos del cine de serie B. Es conocida la historia de, por ejemplo, Ed Wood, cineasta de serie B cuya accidentada carrera fue plasmada, en 1994 y bajo la dirección de Tim Burton, en el inesperadamente edificante film del mismo nombre. La “obra maestra” de Wood, “Plan 9 from outer Space” (1959), es considerada la “Citizen Kane” del cine de serie B. La película lo tiene todo: aliens, una seductora vampiresa, y la participación de Bela Lugosi, estrella caída en desgracia de clásicos del horror como “Drácula” (1931). Es que en el cine B, el absurdo es la norma, y pasa por realista: en un universo demente, el loco es cuerdo. Surgen así películas con audaces propuestas, como “Cat people” (1942), que narra la historia de Irena, joven dibujante convencida de que es descendiente de una antigua tribu de hombres-gato, que se transforman en pantera al excitarse sexualmente. Desde entonces, y a pesar del declive del género en los 60 y 70, son innumerables los clásicos que se pueden citar: propuestas como “The Blob” (1958) o “The Raven” (1963) dieron pie, en la actualidad, al nacimiento de un subgénero del cine B, marcado por la nostalgia y la voluntad de homenaje, con cintas recientes como “Machete” (2010) y su secuela, o “Sharknado” (2013), ya convertido en clásico moderno.
Pero hablábamos, en la introducción, de los secretos de la condición humana que este género encierra. Digámoslo de frente: ¿existe algo más humano que una película imperfecta, que no solamente está consciente de sus imperfecciones, sino las usa a su favor? ¿Existe mayor ejercicio de devoción al cine que el desafío- y sacrificio- de hacer un film ambicioso con paupérrimos presupuestos y pobres condiciones actorales y técnicas? Es porque no todo en la vida es la perfección de Hollywood que necesitamos, hoy, el cine de serie B más que nunca, ya que, por cada Scarlett O’Hara, existen, en el mundo real, cientos de miles de Irenas (“Cat People”, 1942). El miedo al apocalipsis, el contacto con los bajos instintos, la posibilidad de que no seamos los únicos en el universo, son- y seguirán siendo- constantes marcas del pensamiento humano. Hoy, que el apocalipsis es una amenaza más real que nunca, urge regresar al cine de serie B. Como catarsis y expiación.