Por Sebastián Castillo
Créanme: lo último que quisiera es seguir viendo películas de superhéroes sin ideas, por lo que, si estas me dieran algo bueno a cambio de mi dinero, yo sería el primero en saltar en un pie y declamar las bondades de 100 millones de dólares haciendo magia en Gringolandia… pero no. No se trata de negatividad, sino de reconocer que los guionistas y los productos finales que recibíamos hace 15 años más o menos (“Iron man”, “Capitán América 2: Soldado de invierno” o cualquiera de la línea principal de Batman) difieren muchísimo en calidad frente a lo que estamos recibiendo bajo el hashtag de superhéroes en nuestros cines hoy. Ahora, esto no es del todo nuevo. Los géneros como todo en el cine, surgen como representación de la cultura que los produce y tienen un ciclo de vida en el que la autoconsciencia en forma de subversión, sátira o en los casos más extremos: parodia, declaran la cercanía al fin de su ciclo y terminan por avisar que la cultura que les dio espacio ya está lista para pasar página.
¿Pero acaso el cine de héroes nos aviso de esto? Si y fue bastante claro. No estoy hablando de los planes de los estudios que, desde la intención, quisiera venderte películas de acá hasta tu último segundo de ser eso posible. Distopias aparte, hemos cumplido un ciclo con el género de los superhéroes. Este ciclo inició con los buenos ejemplos que menciono más arriba (con el antecedente de los Spiderman de Raimi), continuó su desarrollo con las historias cruzadas y los team-ups y culminó con la aglutinación máxima de héroes y referencias en cintas como «Avengers: Endgame” o “Zack Snyder´s Justice League” o, si lo prefieren, con las sátiras o la crisis de la figura del héroe como en “Deadpool 2” y “Logan”, respectivamente. Bien claro el caminito.
Espero que no sea sorpresa para nadie, pero 100 millones de dólares o más no compran una vida después de la muerte. “Shazam 2” es mediocre y normalmente esto no sería malo… sería simplemente mediocre. Sin embargo, cuando la mediocridad se junta, cuando la formula del género se evidencia hasta el cansancio y los estudios y producciones respectivas no hacen un esfuerzo por contar con productos capaces de algo que valga tu tiempo o de (al menos) exprimir el material fuente de forma efectiva para hacerte sentir que ves algo nuevo, comienzas a sentir que tu inteligencia es insultada y que encima estas pagando para eso. Eso ya no es mediocre… es malo.
Vayamos por puntos y cerremos esta idea en una comparativa entre “Shazam” (2019) y esta presente entrega del mismo héroe. Si algo funcionaba en la primera era la facilidad para ir saltando de la crudeza de la vida hacia lo superheroico y la comedia en clave coming-of-age. Esa fórmula era la clave para dar a conocer una saga nueva con personalidad propia más allá de una historia que alguito más o menos de nuevo tenía. Esta misma, nos presentaba a Billy Batson, un huérfano que se encontraba en un nuevo hogar de acogida, teniendo que adaptarse a un entorno escolar hostil y enfrentarse a un pasado doloroso. Desconfiando en un inicio de su nueva familia, Billy se veía envuelto además en una curiosa situación (magia incluida) en la que crecía de forma abrupta, tanto real como metafóricamente, aprendiendo a confiar en sus compañeros de turno para finalmente construir así una familia. La historia era pequeña, cercana y efectiva.
La forma de presentar este relato era, sin embargo, lo fresco. Uno de los baluartes que permitieron que “Shazam” trascienda fue un siempre genial Jack Dylan Grazer, quien hacía de Freddy, el hermano adoptivo / mejor amigo, una suerte de cómplice y guía tanto para Billy como para el espectador en el aspecto de como lo superheróico era visto desde fuera, desde el fandom, los adolescentes y los medios masivos. Grazer, además de un personaje entrañable, servía para señalar el tono de comedia ácida y juvenil que, aunque se perdía hacia la acción del tercer acto una vez iniciado este, terminaba siendo el aspecto más resaltante de cinta. “Shazam” es efectivamente divertida, graciosa y con momentos de química entre los actores que la elevan por sobre lo que pudo haber terminado siendo.
Ahora, si la primera Shazam aprobaba en los personajes, la química, la comedia y las metáforas, algo que si fallaba era el aspecto de la dirección. David F. Sandberg, el creador del corto viral “Lights out” y de su versión de largometraje, así como “Annabelle: creation” (2017) aún estaba un poco verde a la hora de hacer esa película y lo que quizás acostumbraba a trabajar de forma minimalista en sus muchos cortos hechos en casa, no se logró trasladar para nada bien a los estándares del género de superhéroes, mismo que se encontraba más que consolidado en ese aspecto al estreno de su cinta.
¿Qué hizo Shazam 2 entonces? Pues todo lo peor que se podría hacer. Para empezar, la historia pequeña y hogareña enfrentada a lo mágico de la primera entrega es reemplazada por otra más mitológica, más espectacular, pero también genérica… muy genérica. La historia cuenta lo siguiente: A la vida de la familia de los super hermanos llega una venganza del pasado milenario representada por antiguas diosas griegas que poco tienen que ver con ellos o el momento en el que se encuentran en sus vidas. Esta venganza del pasado necesita llevarse a cabo a través de objetos mágicos que estas villanas necesitan para concretar su plan (mcguffins baratos) y dios sabrá para qué hacen muchas de las cosas malvadas que hacen a lo largo de esta terrible secuela… acá nada importa en un guion que hace y deshace sin detenerse a pensar en nada.
Sobre las villanas de turno, ambas diosas (Hellen Mirren y Lucy Liu) son un ejemplo de potencial desperdiciado. La primera es una crack, no hace falta decirlo y siempre está bien, pero su rol aquí es el equivalente a tener un misil y no dispararlo nunca. El guion jamás propone nada con lo que Mirren pueda decirnos algo más allá de su presencia ante cámara. Por otro lado, Liu ha sido blanco de críticas algo fáciles en mi opinión. Se le señala como dispar en el registro actoral, teniendo una performance algo forzada y hasta “televisiva” y acá le pongo el pare a la sarta de tecleros, porque si tú tienes a Lucy Liu en una peli de superhéroes con chistes, hechiceros sobreactuados, dioses y criaturas mitológicas, su registro campy en esta cinta es más parecido a lo que Shazam debería aspirar, en lugar de la grandiosidad que emana una Helen Mirren. No es que Mirren esté mal, en absoluto, es la propuesta de la película la que no termina de decidirse sobre como quiere presentarnos este mal y termina jugando al que mucho abarca.
Es en el intento de abarcar mucho que termina también incorporando cosas ajenas a lo que nos presentaron en la primera cinta. Esto se evidencia cuando los tan efectivos paralelos entre la vida personal de los personajes y los peligros sobrenaturales no terminan de hacer de dos lados de la misma moneda de forma efectiva, haciéndose necesarios los diálogos expositivos de Zachary Levi para hacernos un guiño (para nada sutil) con el fin de asegurar que estemos prestando atención. Pero la película también peca en otros aspectos: “Shazam 2” tomó uno de los mejores aspectos de la dinámica entre los 2 hermanos principales: Billy y Freddy (la mejor química de la primera entrega) y los separó gran parte de la cinta, trayendo personajes nuevos (o casi nuevos) que funcionan ya sea como gimmicks “graciosos” o caracteres sin mucho que ofrecer, que no hacen más que orbitar en torno a algún personaje con el simple objetivo de dar alguna información conveniente o de generar el desarrollo de este, a través de clichés encajados con calzador, tales como momentos de valentía o nobleza frente al peligro sin la menor preocupación por establecer dinámicas memorables, verosímiles o valiosas entre personajes.
¿Quieren más? Pues también hay CGI… y del malo. Si la fotografía y la dirección lograron un avance en el uso del lenguaje cinematográfico y los códigos visuales del cine de efectos especiales contemporáneo, el proceso no responde en ningún momento a la búsqueda de una identidad visual propia para Shazam, sino que se decide a imitar el común denominador de las cintas de superhéroes, cometiendo a su vez el grave error de confundir más espectáculo con más CGI en escena. Esta vez no solo bastó con aumentar la cantidad de criaturas mitológicas participantes, sino que también se hicieron genéricas, sin ninguna clase de adaptación para que parezcan del mismo universo de estos héroes coloridos. Los monstruos podrían venir de “Furia de titanes”, de alguna adaptación rara de Hércules o de un tributo muy poco halagador a la obra del genio de Ray Harryhausen… aquí no importa. Además de esto, las texturas y las formas parecen de un 3D no terminado y distan mucho de resultar impactantes, restándole dramatismo a momentos climáticos de la cinta donde deberíamos sentir peligro inminente. No es que estos momentos estén bien planteados en guion tampoco, claro está. Por ahí, si alguien sigue traumado por el discurso de una tal Wonder Woman sobre “el poder del amor” acá fijo, esa persona se pega un tiro. Y podría seguir…
No pretendo ser guía de las masas, pero no hay que ser un genio para ver que el cine está caro y se me ocurren muchas otras actividades por hacer que seguro te van a dar más satisfacción que ir a ver esta peli. Citando al 2020 “Quédate en casa”.