Dirección: James Cameron
Guión: James Cameron, Rick Jaffa, Amanda Silver. Historia: James Cameron, Rick Jaffa,Amanda Silver, Josh Friedman, Shane Salerno
País: EEUU
Reparto: Sam Worthington, Zoe Saldana, Sigourney Weaver, Kate Winslet, Stephen Lang,Cliff Curtis, Joel David Moore, Giovanni Ribisi, Edie Falco, CCH Pounder,Jemaine Clement, Brendan Cowell, Jamie Flatters, Britain Dalton, Trinity Jo-Li Bliss,Jack Champion, Bailey Bass, Filip Geljo, Duane Wichman-Evans, Dileep Rao,Matt Gerald, Robert Okumu, Jennifer Stafford, Keston John, Kevin Dorman,Alicia Vela-Bailey, Sean Anthony Moran, Andrew Arrabito, Johnny Alexander
Hace más de una década, exactamente en el 2009, James Cameron volvió a dirigir un largometraje de ficción luego de su icónica «Titanic». De hecho, desde el fenómeno de taquilla del barco hundido al maravilloso planeta de Pandora también pasaron más de diez años. Entre una y otra, y luego hasta esta, no solo cambió la industria del cine, sino el mundo y la sociedad. Incluso hubo una pandemia de por medio. Pero eso es parte del espíritu cinematográfico de Cameron, de su idiosincracia y búsqueda como artista innovador. Al fin y al cabo él es canal de transformación y un revolucionario de pies a cabeza. Los Cameron son elementos necesarios como símbolos y canales de la evolución.
En «Avatar: El camino del agua» nos volvemos a encontrar con Jake Sully (Sam Worthington) y Neytiri (Zoe Saldana) luego de que los humanos fueran vencidos y expulsados del planeta. Pero como era predecible, años después, y cuando los Sully ya son una familia numerosa, los terrestres han vuelto con toda la carrocería. Solo que su objetivo ahora es uno más grande y radical.
Tal como sucedió con su predecesora, en Avatar la historia es lo de menos. El truco, la magia, es la manera en la que está contada. Más precisamente, en su arrolladora experiencia audiovisual sin parangón. Nuevamente Cameron sobrepasa los límites del hiperrealismo, innova en tecnología, perfecciona los medios y se corona como el rey del digital. Con todo lo bueno y malo que esto conlleva. Obviamente lo bueno está en la experiencia cinematográfica abrequijadas. Acá la diversión está – citando a Martin Scorsese – en la experiencia estilo parque de diversiones. Pero no una del formato de Marvel, cuyo recorrido es repetitivo y gastado, incluso opaco y desalmado. Acá vivimos esa experiencia Disney que el ratón ha olvidado como entregar. Donde el objetivo es uno: asombrar.
Pero, y esto es importantísimo, depende exclusivamente del espacio donde se vea. «Avatar: El camino del agua» tiene que disfrutarse en la mejor sala posible, con esas letras extras que uno no sabe qué significan pero que se resume en una pantalla enorme, un sistema de sonido inmersivo y los lentes de 3D. Sí o sí. Ese es el pasaje de cohete para viajar a Pandora, pisar sus suelos, trepar los arboles y ahora, descubrir sus mares.
De hecho, los varios primeros minutos de «Avatar: El camino del agua» son tan impresionantes que, al menos por acá, olvidamos que el título de la película incluía el agua y que aún faltaba sumergirse en esta. Si la impresión ya era enorme, una vez que nos adentramos en el océano la experiencia explota. Es sobrecogedor lo que el equipo técnico ha logrado, superando cualquier valla o «imposibles» para darnos esta travesía. En una actualidad donde el streaming nos ha (mal)acostumbrado al cine en casa, Cameron nos propone encontrar en la pantalla grande algo que jamás, al menos en el presente, podremos experimentar en el hogar.
Pero «Avatar: El camino del agua», tal como la primera entrega y nos atrevemos a decir que incluso ahora más que antes, se apoya por completo en el aspecto visual y patina en lo escrito. La antecesora readaptaba la historia de Pocahontas, que al menos como relato o suerte de mito, es cohesiva y funcional aunque sea simple y repetitiva. En ese aspecto era un plato de comida rápida para que todo el mundo la consuma y así fue, funcionó, quizás mejor que nunca en la historia del cine. En la secuela, nuevamente propone una premisa sencilla y mínima, cuyo centro es el amor familiar y el pertenecer a un clan. Sin embargo, al no tener una fuente concisa como lo es Pocahontas, se siente bastante más débil, desordenada y transitoria. Un capítulo episódico y sobre todo introductorio a una Pandora más grande, cuyos secretos se seguirán descubriendo en las próximas entregas.
No queremos entrar en lecturas exactas y problemas específicos del guion con algunos desarrollos de personajes, arcos y diálogos, para que la experiencia la tenga uno viendo la película, pero sí hay varios puntos y decisiones que no terminan de cuajar ni de interesar, aún con sus más de tres horas de duración.
De hecho, lo mejor vuelve a ser la lectura ecologista, mágica y animista del mundo y las formas de los nativos. Más allá de la denuncia de Cameron, que ya estaba remarcada en la primera entrega, acá el punto alto vuelve a ser esa suerte de redistribución y reciprocidad entre los seres del planeta. Alcanzando la cima en el encuentro con las ballenas locales. Hermoso.
«Avatar: El camino del agua» no tiene la sorpresa e innovación de la primera entrega pero sí una actualización y mejora técnica que vuelve a empujar los avances tecnológicos a su límite. Siendo una bocanada fresca para tanto Blockbuster triste y monótono de CGI desgastado que abunda y monopoliza las cadenas del cine. Acá, al menos, la pantalla grande ofrecerá una experiencia audiovisual extraordinaria que seguramente romperá nuevamente todos los récords de taquilla. Y sí, James Cameron siempre lo logra y merece.