Dirección: Luca Guadagnino
Guión: Dave Kajganich. Novela: Camille DeAngelis
País: Italia
Reparto: Taylor Russell, Timothée Chalamet, Mark Rylance, André Holland, Michael Stuhlbarg, Chloë Sevigny, Jessica Harper, David Gordon Green, Francesca Scorsese, Jake Horowitz, Anna Cobb, Steven Terry Walker, Johanna McGinley, Christine Dye, Claudio Encarnacion Montero
Definitivamente Luca Guadagnino es uno de los directores italianos más interesantes de la actualidad. Luego de haber dirigido varios videos musicales y cortos, así como un par de largometrajes, fue finalmente «Call me by your name» la película que lo consagraría en el medio. Luego de ella se le abrieron las puertas para hacer proyectos a su antojo, pasando por un muy buen remake del clásico italiano de terror «Suspira» y «We are who we are», extraordinaria serie de HBO que para nosotros es su obra maestra.
En «Bones and All» seguimos a Maren (Taylor Russell), una joven quien convive con un terrible secreto que la obliga a mudarse constantemente junto a su padre. Luego de un evento particular, decide ir en búsqueda de su madre a quien nunca vio. En este viaje conoce a otros que tienen el mismo secreto, en especial Lee (Timothée Chalamet), otro joven que la acompañará en su travesía y con quien surgirá el romance.
La primera sopresa de «Bones and All» es la manera en que la premisa y el tema central de esta se introduce y desenvuelve. Los caníbales se nos presentan como una suerte de secta o elegidos. Una especie de carga del alma que define a sus personajes y que se vuelve reconocible entre sus penitentes. Como el estigma de Caín de Hesse (Demian), pero olfativo, maldito, parecido al que cargan los hombres lobo o vampiros. Convirtíendolos en parias de sus familias, de la sociedad y de ellos mismos.
Ahora, si bien «Bones and All» tiene toques a Lars von Trier o Terrence Malick, así como una que otra referencia a Stanley Kubrick, es sobre todo un clarísimo ejemplo del cine de Guadagnino. Uno maduro y perfeccionado con el tiempo, que resume su estilo como director y aquellas inquietudes humanas que siempre lo acompañan. Sí es verdad que puede recordar a obras maestras como «Paris, Texas» o «Badlands», por ciertas temáticas e instantes de lucidez, sin embargo no llega a la maestría de las obras mencionadas. Faltándole sobre todo esa fuerza y magnetismo invisible que las mejores películas llevan consigo.
De hecho, la banda sonora compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross – bendito el momento en el que se unieron para componer la banda sonora de «The Social Network» – que embellece las imágenes o tiñe de horror y desconcierto otros momentos, es tan buena que incluso opaca lo realizado por Luca Guadagnino. Un par de acordes en guitarra son suficientes para lograr la melancolía deseada, trasladarnos al cine de antaño y sumergirnos en un Estados Unidos perdido y solitario.
Por otro lado, Mark Rylance está, para variar, formidable en su papel. Perverso y perturbador. Un hombre criatura que incomoda y espanta. Recuerda a lo realizado por Ted Levine como Jame Gumb en «El Silencio de los Inocentes» o recientemente por Ethan Hawke en «Black Phone». Merece una nueva nominación al Oscar como actor secundario y aumentan nuestras ganas de verlo haciendo las cuatro versiones de Satanás en «The Last Planet», si es que Malick termina de editarla algún día.
A su lado, Taylor Russell («Waves«) destaca en el protagónico por sobre Timotheé Chalamet. Mientras que las apariciones de Chloë Sevigny y sobre todo la de Michael Stuhlbarg, recurrentes en la filmografía del director, logran el impacto deseado.
«Bones and All» es otro logro de Guadagnino. Uno que baila entre géneros, paseando por su tan querido «coming age», el horror y las «road movies». Uno que, seguramente para muchos (jóvenes sobre todo), significará esa pareja icónica o amor incomprendido y maldito que siempre ha traído luz a la historia del cine.