“Oxígeno” se presenta como uno de los estrenos menores de Netflix. De esos que salen a mitad de semana, sin bombos ni platillos. Quizás eso le juega bastante en favor a este thriller pequeño pero efectivo.
Acá seguimos a una mujer que despierta en una unidad criogénica médica. Tiene pérdida de memoria, no recuerda quién es ni cómo llegó ahí. El punto es que está atrapada en el “ataúd tecnológico”, acompañada por la inteligencia artificial que la asistirá en el proceso. El problema inicial (y aparentemente más grave) es que el oxígeno se está acabando.
Salvo algunos vistazos, recuerdos o instantes, todo el visionado sucede dentro de la unidad criogénica, siendo esta una experiencia totalmente claustrofóbica y tensa. Un ejercicio que pone al espectador en una situación de ansiedad que escala rápidamente y que, sugerimos por lo tanto, se disfrute en un momento de calma y bienestar mental.
Lo mejor de la película está en el protagónico de Mélanie Laurent, talentosa actriz que no necesita mucho para desplegar su talento. Suficiente con algunas (pocas) voces para hacerse con el control de la situación, hacernos empatizar con ella y ponernos en su piel. Situación muy desagradable, dicho sea paso.
Pero también hay que aplaudir lo realizado por Alexandre Aja detrás de cámaras, quien con poco espacio y básicamente en un solo escenario, realiza un interesante despliegue de técnicas para darle ritmo, vida y dinamismo a la experiencia. Así como para conseguir volverla una situación real y posible.
“Oxígeno” puede recordar a títulos como “Buried» (Enterrado) o a aquel fragmento de La Novia en “Kill Bill 2”, pero cuenta su propia historia gracias a un guion que agrega ciertos elementos particulares, siempre apuntando a un lugar aceptable y aterrizado, por más que la situación sea, quizás, lo contrario.