El desierto es confusión y certeza. En la Biblia, el desierto es el territorio que no ha sido bendecido por Dios, de silencio, vacío y terror, pero, también, es un lugar de calma, donde, si se hace un esfuerzo, la voz de Dios puede ser oída con más claridad que nunca. «The Hills Have Eyes», película de terror de 1972 dirigida por Wes Craven («Nightmare on Elm Street», «Scream») sitúa la acción en la intersección de esta dualidad. Tenemos, por un lado a los Carters, familia norteamericana de clase media cuyo camper se descompone en la mitad de la nada, y, tenemos, por otro lado, a los salvajes, una familia de caníbales que habita aquel territorio desolado. Persecución, asesinatos, sangre, la masacre que se da parece pasar, en términos simbólicos, a un segundo plano. Porque la pregunta central del film es sobre la moralidad, sobre el subyacente placer de matar que todos-y bien decimos todos – los personajes del film parecen sentir en algún momento. Porque todos, en alguna medida, somos culpables de algo, y el desierto es inevitable.
Pero guardemos lo simbólico para después. Hablemos de sangre. La premisa del film es simple: la familia Carter recorre las carreteras de los Estados Unidos en dirección de California, y, en el camino, mientras hacen un pequeño desvío en búsqueda de una mítica mina en el desierto, tienen un accidente y el camper donde viajan se descompone. Son, entonces, asediados y, después, brutalmente atacados por una familia de caníbales que vive entre las colinas del desierto. A partir de cierto punto, los Carter entienden que, para sobrevivir, deben luchar, y matar. Lo primero que hay que saber, es que «The Hills Have Eyes» es una película extremadamente violenta. La violencia en el film, no pasa solamente por la acción, sino por la extenuante tensión que el legendario Craven construye segundo a segundo, plano a plano.
«The Hills Have Eyes» no es un terror de ciudad. No es, digamos, un «Rosemary’s baby», ni es, tampoco, un terror de suburbios, como «Scream», del mismo director. Es un terror en la mitad de la nada, que sabe valerse, justamente, de esa nada, para transmitir esa sensación de acecho, para construir un ambiente donde, como dice el título, pareciera que las colinas tienen ojos. La familia de caníbales no aparece explícitamente en el filme hasta ya iniciado el ataque contra los Carter. Por los primeros minutos del film, son planos abiertos, miradas que se pierden en la nada, un desierto desolado que parece cobrar vida una vez llegada la noche. Pequeño paréntesis: sospechamos que esta película sirvió, en gran medida, de inspiración para «El proyecto de la bruja de Blair», donde el villano también se esconde en la inmensidad del páramo, y es todo y nada a la vez. Dado este aspecto de la película, también podemos compararla con «Badlands», la obra maestra de Terrence Malick.
Decíamos al inicio que en esta película todos son culpables. Hasta la familia Carter. Muchos críticos han hecho hincapié en que la película puede ser leída como una transformación del relato colonizador, de la aventura del hombre blanco a territorios desconocidos. Sin embargo, en esta oportunidad, el invasor no conoce la gloria ni la riqueza, sino la violencia y la muerte. Podemos, incluso, ver a la familia Carter como los malos: son ellos quienes irrumpen en territorio donde no tenían por qué estar. Fueron, incluso, advertidos de un posible peligro antes de penetrar en las colinas. Pero decir que «The Hills Have Eyes» es un relato sobre la culpa del colonizador sería reducir la narrativa a un asunto puramente político y subjetivo. El pecado no es ese.
El pecado es la simple existencia. Precepto existencialista: el hombre es condenado a nacer, y lanzado a un mundo de infinitas y absurdas posibilidades. Quisiéramos interpretar la narrativa de este film como un ejercicio de Craven, director y escritor de la película, basado en la búsqueda expresiva de la medida en que una exageración de lo posible es, aún, verosímil. ¿Es probable que se descomponga el carro en medio de la nada? Sí. ¿Es probable que la familia indefensa quede a merced de atacantes? Tal vez. ¿Es probable que esos atacantes sean caníbales dispuestos a todo? En principio, existe una pequeña posibilidad. Es la tensión, la evolución de la narrativa, lo que justamente hace que todo esto sea verosímil , y no solamente impacte al espectador, sino, lo involucre emocionalmente: es algo que, también en principio, le podría pasar a cualquiera. Y, para todo aquello que escapa a lo verosímil, está el humor como elemento armonizador de la narrativa. Porque sí, el filme cuenta con una saludable dosis de humor negro.
«The Hills Have Eyes» es un clásico imperdible. Es el despertar de una mente brillante del horror (es la segunda película de Wes Craven). Este Halloween, rindamos homenaje a esta excelente cinta, inolvidable y contemporánea.