“Un Triomphe” es una sólida representante de ese sub género de películas positivas donde un profesional de alguna disciplina particular, debe enseñarla o transmitirla a un grupo de personas que no están calificadas, que son ajenas o que no cumplen con los requisitos necesarios para llevarlo a cabo de la mejor manera. Sub género que ha sido perfeccionado por el cine francés, y que últimamente ha regalado títulos como “La Familia Bélier”, “Los Coristas” o “Amigos Intocables”. Convencionales en sus formas y similares en su trato, suelen tener éxito en taquilla por contar historias universales, empáticas y de éxito. Mejor aún si están basadas o inspiradas en una historia real.
En este caso seguimos a Etienne, un actor desempleado, quien se hace cargo de un taller de teatro en una prisión. Siguiendo la típica línea de subidas y bajadas, dificultades y logros, renuncias y cambios, consigue preparar la famosa obra de Samuel Beckett, «Esperando a Godot» y llevarla a una sala de teatro. El logro es tal, que terminan hacienda una gira a nivel nacional con un final (in)esperado.
El director francés Emmanuel Courcol decide seguir el trazo pulido por tantos otros en el pasado y evitarse salir de la línea o proponer algo novedosos. Se enfoca por completo en lo más valioso que tiene y que además, justifica la historia. Los personajes y sus actuaciones. El reparto completo, con Kad Merad en la cabeza, está en su punto. La naturalidad con la que cada uno de los personajes interpreta su rol, ya sea el de un presidiario analfabeta, un líder de mafia, o un conserje que de a pocos se une al grupo, vende por completo la historia. Actores que hacen como si no actuaran y que deben aprender a actuar. Así se construyen escenas ridículas y absurdas, como la misma obra teatral propone, bordeando lo hilarante y siendo emotivas cuando lo necesitan.
Lo absurdo de la situación se infla con una conclusión que sería imposible sino fuera sostenida por la realidad. A grandes rasgos lo narrado sí ocurrió y ese final, con el texto incluido en el epílogo, es la estocada final para el espectador. Y así como Beckett, al enterarse, dice que esta historia es lo mejor que pudo pasarle a su obra, nosotros desde acá también aplaudimos y disfrutamos este tipo de cine que existe para hacernos sonreír por 100 minutos. Ese ya es un gran logro.