Hacer comedia, género recurrentemente menospreciado, es uno de los retos más difíciles para cualquier cineasta. Históricamente, directores y guionistas amantes de la comedia han huido de la posibilidad de trabajar “Truffle Hunters” es un documental íntimo y bello, que aprovecha la añeja y casi perdida tradición de la recolección de la preciada trufa blanca de Alba, en las profundidades boscosas del norte de Italia, para presentarnos a los responsables de este rito casi secreto y sagrado.
Junto a sus amados perros, compañeros fieles de vida, se internan de noche, evitando dejar rastro, en búsqueda del preciado manjar. Uno que no puede ser cultivado y que muy pocos pueden conseguir. Pero, aunque la trufa permite desarrollar un documental, generar una industria gastronómica a su alrededor, con matices y mafias de por medio, son los excavadores quienes sostienen la historia y nuestro interés.
Excéntricos personajes, con un sinfín de manías y anécdotas, de personalidades y costumbres. Misteriosos italianos que abren las puertas de sus casas y nos invitan convivir con ellos, presenciar su día a día, sabiendo que estos están por acabar y que lo que vemos pronto será un recuerdo perdido.
Este documental invita de lleno a los “foodies”. Cualquiera de estos, y nos podemos incluir en esa lista, estará encantando de sumergirse en el mundo de la trufa, uno de los productos gastronómicos más importantes y deliciosos del mundo. Sumándole el escenario italiano, el de una belleza incuestionable y universal, así como el da la mística propia de los viejos protagonistas. La relación de los cazadores de trufas y sus perros es tal vez lo que más rescatamos del documental, una relación que va más allá del trabajo, es una historia de amor entre los hombres, los canes y la trufa.
Permite una experiencia deliciosa, adorable y cautivadora.