jueves, febrero 20, 2025

Punku

Dirección: Juan Daniel F. Molero
Guión: Juan Daniel F. Molero
País: Perú
Reparto: Ricardo Delgado, Hugo Sueldo, Maritza Kategari, Marcelo Quino

Se cumplen 10 años desde que Juan Daniel F. Molero proyectó su ópera prima «Videofilia (y otros síndromes virales)» en el Festival de Rotterdam, donde ganó el premio principal (Tiger Award). Aniversario que celebra proyectando (en 35mm) su segunda película en La Berlinale, más específicamente en la sección Forum, pensada para trabajos que expanden las posibilidades y límites de lo que se entiende como cine. Y, aunque es una película ideal para esta sección, también es verdad que dada su calidad pudo estar en la categoría principal, compitiendo por el Oso de Oro. Más allá de la importancia del premio y la visibilidad de este, hemos visto algunos títulos en esa sección que palidecen frente a este nueva película peruana que, desde ya, apunta a ser nuestra favorita del año.

En «Punku», Iván, un adolescente que había sido enterrado tras haberse perdido misteriosamente hace un par de años, vuelve a casa tras ser encontrado en la selva amazónica por Meshia, una chica Matsigenka que le lleva a su pueblo natal en las montañas tropicales para una operación ocular de urgencia. Iván se recupera lentamente luchando contra recuerdos cambiantes y presencias que le persiguen mientras transita por diferentes tipos de conciencia. Tiene extrañas pesadillas, lagunas mentales y no logra volver a ser el mismo. Matsigenka aprovecha la oportunidad para irse a Quillabamba a seguir sus sueños urbanos y dejar las montañas. Entre oscuros delirios y recuerdos entrecruzados, habitan sus nuevas realidades ante una acechante sombra. Punku es una palabra en quechua que representa un umbral, un portal, generalmente con una connotación metafísica. 

Molero escapa de estructuras narrativas convencionales y apuesta por un relato lúdico en fondo y forma, que aunque puede beber del cine de Lynch, recordar a títulos recientes que se vieron en este mismo festival como «Pepe» (Nelson Carlo De Los Santos Arias) o «What Do We See When We Look at the Sky?»(Alexandre Koberidze), para dar algunas referencias, también es único en su especie. Mezclando géneros y formatos; utilizando película de 16mm y Super 8, así como digital; saltando del viaje surrealista y espiritual al «coming of age» o usando stop motion; «Punku» propone un viaje, con altibajos y sensaciones encontradas, pero que termina siendo hipnótico y fascinante.

En «Punku» se explica poco y se experimenta todo. Por ende, es necesario darle tiempo a la película para introducirse en esta y respirar a su ritmo. Pero también es necesario dedicarle otro tiempo a su digestión. Una vez procesada y asentada, sigue creciendo y con el pasar de los días va acoplándose en uno, convirtiéndose en una experiencia cinematográfica duradera. De aquellas que no abundan, sino lo contrario, escasean y que son básicas e indispensables para seguir motivando al cinéfilo que busca explorar las distintas fronteras que este lenguaje puede aportar.

Hay además en «Punku» vistazos y salpicones, nuevamente en fondo y forma, de la pluriculturalidad peruana, su idiosincracia y sistema de creencias. Es un collage de estas, más o menos profundas, siempre retratadas desde la propia estética y cosmovisión de Molero, pero entendiendo y respetando sus complejidades y problemas. Que no son pocos y que en su mayoría acompañan a Meshia y sus vicisitudes.
También, hay un hilo que conecta y enreda varias de estas dimensiones, tirando hacia lo metafísico y «meta» en general, donde estos mundos convergen de forma simbólica y literal. Está el ojo cortado del protagonista, que desde Buñuel es pivote en la cinefilia, pero también la idea del tuerto, personaje clásico en mundos espirituales y distintas tradiciones heterodoxas, cuyo ojo «perdido» puede en realidad «ver» otros planos. O personajes mitológicos y folclóricos que aparecen en estas visiones y atormentan a uno como en «La Pesadilla» de Johann Heinrich Füssli, o que se han vuelto parte de costumbres más banales, como las sirenas de concursos de belleza.

«Punku» termina siendo una película profundamente evocadora y muy llena de todo. De todo aquello que, detrás de la jovialidad con la que parte y camina, es el motor creativo para explorar lo fantástico de la vida y del cine.

8/10

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