No es fácil ser objetivos con esta película. Por varios motivos.
Porque llegaron las críticas antes de que la veamos. Un grupo la destruía, siendo el más malvado quien la colocaba como una de las peores en la filmografía del director y el más manso, quien la ubicaba en ese curtido segmento de películas aburridas e intrascendentes.
El otro grupo la alababa. El menos la colocaba como una película imperfecta pero necesaria, imposible de perderse y el más, la ubicaba como una de las favoritas del año, sino obra maestra del género.
Porque M. Night Shyamalan tiene un espacio especial en esta casa. Es un director querido, valorado y seguido de cerca. Tiene varios títulos favoritos por acá, como “El Sexto Sentido”, “El Protegido” y “Señales”. Películas esenciales en nuestro años mozos, previos a nuestra cinefilia.
Porque todos sabemos que Shyamalan se desbarrancó y pisó fondo. Que de ser acuñado como el “nuevo Spielberg” (que innecesario eso) – en todo caso el nuevo Hitchcock era más preciso – pasó a entregarnos varios fiascos, dolorosos y derrotados en la taquilla. Nadie pensó que se recuperaría después de “El Fin de los Tiempos”, “Avatar” o “Después de la Tierra”. Hasta el respeto había perdido de muchos, sino todos. Pero como quien no quiere la cosa, regresó a su zona de confort con “La Visita” y luego volvió a estremecernos a todos con “Split”, “Glass” y “Servant”.
Porque finalmente significa nuestro retorno, año y medio después, al cine comercial. A las cadenas de multicines. A los ansiados estrenos de los jueves, aunque sin canchita, bebidas y muy poco público.
Así que sí. Difícil ser objetivos. Vamos con la subjetividad a flor de piel. “Old” es una película imperfecta, pero perfecta para volver al cine. Glorioso regreso a este.
En “Old” seguimos a una familia y otros huéspedes de un hotel, quienes llegan a una playa paradisiaca donde el tiempo se acelera. Sin poder salir del lugar, van viendo como el tiempo, y otras cosas más, van pasándoles por encima.
Es necesario aclarar que no solo estamos en el género preferido de Shyamalan, el suspenso paranormal que tan bien domina, sino que además entramos en el absurdo total. La situación es absurda, los comportamientos son absurdos, los diálogos son absurdos e incluso el rol de M. Night, del cual se enterarán más al ver la película, lo es. Como espectadores hay que entrar y aceptar este disparate para disfrutarlo del todo. Soltarse es indispensable. Una vez ahí, empieza la diversión y el sufrimiento.
En este ejercicio de suspenso, donde se nota que Shyamalan se la ha pasado muy bien, podemos ver un sinnúmero de referencias y colocar algunos títulos como pivote para acercarnos a lo que veremos. “El Ángel Exterminador” o “La Soga” sirven para aclarar un poco el panorama.
Pero no solo es que el director se ha divertido haciendo su trabajo, sino que ha sacado a relucir todos sus trucos y habilidades. Porque finalmente Shyamalan es tremendamente hábil tras las cámaras. Sabe cómo convencer al espectador y cómo llevarlo por donde quiere (y debe). Los encuadres, planos, movimientos de cámara, composiciones, desenfoques, suceden por y para algo, y varios son brillantes. Pocos pueden realizarlo con tal calidad. Menos, con tanto gusto.
Y aunque algunos dirán que en su imperfección está aquello que la alza como una de las joyas de este año, obra maestra o absoluta (no son pocos quienes la ponen como tal), para nosotros sí son problemas que disminuyen su calidad y promedio final. Porque son errores por apresuramiento, descontrol o pulido incompleto. Ya sea ese Deus Ex Machina jalado de los pelos y dejado, o el que no hayan podido avejentar a Gael García Bernal (o que no se haya dejado), o un final que se extiende demasiado y que tiene una onda crítica bastante peculiar, por decir lo menos.
Eso sí. Nos hubiera gustado que se pisara el acelerador de lo absurdo y surreal. A fondo. Sin miedo ni peros. Pero aún así, gran retorno al cine, qué recomendable es volver con Shyamalan.