jueves, enero 2, 2025

Nosferatu

Opinión

Dirección: Robert Eggers
Guión: Robert Eggers
País: EEUU
Reparto:  Bill Skarsgård, Nicholas Hoult, Lily-Rose Depp, Aaron Taylor-Johnson, Emma Corrin, Ralph Ineson, Simon McBurney, Willem Dafoe.

Drácula o Nosferatu o Vlad u Orlok, ya sea el nombre original, el «modificado» o cualquiera de las distintas identidades ocupadas, es un personaje que me marcó. Tanto en la cinefilia como, quizás aún más, en mis traumas y pesadillas. Mi padre, entre enloquecido e irresponsable (por no decir sádico), decidió ver conmigo a mis apenas seis años, «Dracula de Bram Stoker». La herida y posterior cicatriz permanece hasta el día de hoy. En ese momento significó que me despertara en la noche llorando, pues había soñado que ese monstruo de cabellera peculiar (interpretado por Gary Oldman) se devoraba a mi padre. A día de hoy está consolidado en mi imaginario como el terror personificado de la cinematografía, con el perdón de «Regans» o «Kruegers». Por lo tanto, hasta cierto punto puedo identificarme con Robert Eggers y su primera aproximación al Conde, en cuyo caso fue con la adaptación maldita y denunciada del genial Murnau. Aquella que marcaría un antes y después en la historia del cine y del género del horror.

«Nosferatu», siendo el cuarto trabajo del director de «La Bruja», «El Faro» y «El Hombre del Norte», todos títulos de mi entero agrado, se convertía desde su anuncio en una de las películas que más esperaba del año. Cuya sombra no era la del raquítico y pálido vampiro, sino la de una expectativa avasalladora. Una que, gracias a Paracelso, fue llenada.

En «Nosferatu», Eggers hace un tributo a la obra que lo marcó, recorriendo los mismos pasos que Murnau, casi línea a línea y trazo a trazo. Pero el cine cambió, evolucionó y eso se ve en aquella (casi) hora de metraje extra de este remake. Condensada sobre todo en la segunda mitad, con la llegada de Nosferatu a tierras alemanas. Con elementos que suman y quizás, otros que sobran. Sin embargo, el acelerador es pisado a fondo desde el minuto uno y no hay momento de respiro, de descanso, de digestión. La amenaza del demonio sobresale de la pantalla y succiona hasta la última gota de sangre del espectador.

En un primer visionado de «Nosferatu» lo que se me venía a la mente era que si esta fuera la primera adaptación del personaje de Bram Stoker, sería considerada una obra maestra. Tal vez, para aquellos que se introduzcan por primera vez al mundo del terrible chupasangre, así lo sea. Pero es un remake, y aunque las comparaciones son odiosas, estas pesan. Vienen además cargadas de elementos, decisiones y momentos superiores como inferiores a lo que se ve en esta nueva versión. Pero más que nada, diferentes.

Eggers, un director (para bien) obsesionado con la psique humana y su inevitable conexión con el mundo paranormal, mítico y espiritual, siempre tangibiliza aquellas esferas invisibles. Las convierte en un espacio concreto y realista, quitándoles el supuesto de alucinaciones e imaginaciones absurdas, y convirtiéndolas en cuestiones totalmente humanas. Verídicas. Comunes. Este Nosferatu pertenece al mismo universo donde las brujas existen y los seres míticos también. Conversa con ellos. Y, por lo tanto, se presenta como un demonio de carne y hueso cuya amenaza se siente más concisa y terrible que nunca. Y si bien es un Nosferatu que ladea hacia lo gótico y expresionista, se inclina aún más hacia lo inmersivo e hiperrealista, donde el sonido es un personaje importantísimo.

De más está decir que visualmente es un prodigio. Jarin Blaschke, habitual colaborador del director, despliega todo su talento en una imagen poco saturada, por momentos casi monocromática y jugando con claroscuros, luces, fuegos y sombras como lo hicieron los grandes artistas de aquellos movimientos de siglos pasados. Hay además varios encuadres y planos impresionantes, donde Eggers y Blaschke comulgan por completo. Es tal la belleza que la fealdad o desgracia retratada queda subyugada. Finalizando en una imponente imagen que quedó sellada en mi memoria. Todo esto acompañado por la firma de autor de Eggers en la puesta de escena, en la macabra atmósfera obtenida y en esos movimientos de cámara potentes, como en la primera entrada al castillo de Orlok, volando cual murciélago.

En cuanto a las actuaciones, todas están bien, pero sobresale la de Nicolas Hoult (gran año el suyo), cuyo miedo y pánico es logrado a la perfección. Mientras que si bien la declamación de Lily-Rose Melody Depp nos generó cierto ruido, su capacidad corporal, con esas distorsiones en su rostro y contorsiones convulsivas son de una destreza excepcional.
Es también interesante el ángulo con el que se lleva el arco de Ellen Hutter (Lily-Rose Melody Depp), al menos dentro del universo de los vampiros. Pocas veces se ha abrazado y profundizado en la salud mental como en esta versión. Dándole nuevos colores (o sombras) al periplo interno de la protagonista. Donde sus pesadillas, tal como las que yo tuve años atrás, se sienten tan o más vívidas que la propia vigilia.

«Nosferatu» es una de las películas del año. De los «eventos cinematográficos» del 2024. Ya sea porque es un homenaje a aquella película radical de los 20´s y, es necesario repetirlo hasta el hartazgo, porque se debe ver, disfrutar y sufrir en el cine. No hay más.

8/10

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