Nos toca, por primera vez, cubrir el Festival Internacional de Cine de Mar de Plata. Festival de categoría “A” (como Cannes, Berlín, Locarno o Venecia, por mencionar algunos). El único de este continente. Esto se debe a la organización, calidad de los espacios y programación. Este año, aunque dicen que es una parrilla más austera, recoge algunas de las mejores películas de otros festivales del 2021 y tiene una atractiva competencia de cine argentino y latinoamericano.
Como lo estamos cubriendo online, la gama de posibilidades se disminuye enormemente y son muchos los títulos a los que no podemos acceder. Sin embargo, varios de ellos ya pasaron por nuestros ojos, felizmente, y otro puñado bastante interesante, sí se encuentra a nuestra disposición.
“9”
No es por entrarle al cliché, pero quisimos arrancar el festival con la opción futbolera. Casi una religión en Argentina. Sino más. Y fue un comienzo auspicioso y exitoso.
Aunque en realidad “9” es uruguaya y se basa en el conocidísimo caso (extra) futbolístico donde Luis Suarez, excepcional delantero uruguayo, mordió a su contrincante (el defensa italiano Giorgio Chiellini) durante un partido del Mundial 2014. Memes y apodos aparte, tal acto de indisciplina le costó cuatro meses de suspensión al uruguayo, justo cuando estaba en proceso de fichar por el Barcelona. Si bien el resto es historia, y de la buena, ese fragmento de castigo le sirvió a Martín Barrenechea y Nicolás Branca para inspirarse, escribir y dirigir una película.
En ella seguimos a un joven futbolista de élite que, luego de un acto de indisciplina, es castigado. No solo tendrá que colgar los botines por unos meses, sino que verá como su futuro empieza a derrumbarse y su propósito de vida y carrera podrán cambiar por siempre.
“9” toma de excusa ese hecho aislado y conocido, para conversar sobre la sacrificada, aislada y solitaria vida de un futbolista actual. Quien tiene poco de humano y es más bien, tratado como un pura sangre. Un caballo que debe cuidarse y mantenerse intacto. En regla. Esto porque el nivel competitivo actual es bestial. De atletas. Atrás quedaron los futboleros de parrandas y cigarros. Los estándares actuales son muy elevados, el calendario deportivo apretado y el número de futbolistas talentosos, abunda. Una pitada, una cerveza, un abdominal menos o una mala noche, puede significar perder tu puesto. Los Maradonas y Best, incluso los Ronaldinhos, van quedando como especies míticas, en peligro de extinción.
Barrenechea y Branca optan por una historia minimalista, de encuadres grandes y silenciosos para impregnar en la pantalla el sentir del protagonista. Sus miedos y dilemas. Pero sobre todo su completa ignorancia sobre el vivir. Vivir como una persona nomal. Como una persona. Y tener la oportunidad de experimentarlo podría hacerlo no regresar atrás.
Espíritu Sagrado
Este primer largometraje de Chema García Ibarra no solo es nuestra primera joya de este festival, sino que es una de las grandes sorpresas del año y, definitivamente, mejores películas del 2021. Ya pasó anteriormente por Locarno y Sevilla, dejando aplausos y vítores. Lo merece.
En “Espíritu Sagrado” seguimos a Jose Manuel, miembro de una asociación de aficionados a la ufología en Levante. Quien luego de la muerte de Julio, líder de la secta, deberá continuar con el plan que él estaba perpetuando.
“Espíritu Sagrado” es inclasificable. No tiene género. Es una especie nueva y maravillosa. Como quien ve un unicornio. Más. Un animal mágico no visto ni en cuentos. Esta suerte de dramedia o tragicomedia española, absurda y oscura, es única en cada uno de sus aspectos. Los cuales van apareciendo a borbotones mientras los minutos pasan y el asombro de uno, frente a la pantalla, va in crescendo. Es como ser colocado en el mero centro del pueblo del Ciudadano Ilustre, pero sin su protagonista como pilar y sostén. Uno queda perdido, frágil y abierto a una realidad que, aparte de extraña, parece que caminara lo real maravilloso. En algún sentido lo hace. Para luego dar un golpe de timón y llevarnos por un camino sórdido y macabro.
Lo mejor, e inevitable, es dejarse arrollar por esta experiencia. Más contundente que la de “Titane”. Similar. Más bien, a la de “What Do We See When We Look at the Sky?”, pero siendo su contraparte. Su hermana malévola. En ella, entre diálogos de “mierda vomitada”, planos impresionantes como el final (alucinante) y el mejor Cover de “Zombie” (The Cranberries), sino el mejor Cover en una película en general, encontramos una de las películas del año. De la década. Del cine. Y sino, al menos, una experiencia inolvidable.
Mad God
Hace 30 años, mientras trabajaba en “Robocop 2”, Phil Tippett, genio del stop motion y del los efectos visuales prácticos, empezó con su proyecto “Mad God”. Pero luego de participar en “Jurassic Park”, creyó que los días del stop motion se habían acabado y puso el pichón de producto en el baúl.
20 años después y con la ayuda de voluntarios y donaciones a través de Kichkstarter, retomó “Mad God” y finalmente pudo estrenarla este año. Que si bien ya pasó por Locarno y Sitges, alzándose con aplausos y afianzándose como “obra maestra”, recién llega a nosotros gracias al Festival de Mar de Plata. Gran adquisición.
“Mad God” es una experiencia extraordinaria. Profundamente desagradable. Una versión extendida y enloquecida de “Ópera”, corto animado nominado al Oscar este 2021. O sino, es Tippett soltándonos en el Jardín de las Delicias del Bosco. Ahí, en esa zona espantosa e infernal, llena de monstruos, pecados y fuego. Eso es “Mad God”, literalmente. Pues más allá de una argumento enigmático y surreal, es la experiencia audiovisual extrema la que prima. Ojo que es una inolvidable y traumática. “Mad God” come “Titane” de desayuno. De postre.
Tippett ha creado un mundo postapocalíptico que se sale de cualquier límite concebible. Caótico y extremo. Infinito en sus posibilidades y exageraciones. No solo hay monstruos y vísceras y explosiones. Sino que está llena de escenas, sobrecargadas y barrocas, de contenido perturbador y excesivo. Pero siempre cuidado y de un impacto visual extraordinario. Ya sea el escenario, las miniaturas, marionetas, planos y movimientos de cámara. Todo encaja y suma. Pero es que además, lo que uno ve con tanta calidad, termina siendo una catarata de mierda de la diarrea de un gigante, engullida por un ser amorfo. O un grupo de prostitutas en una orgía con un minotaruto erecto. Y así por 76 minutos. Sin respiro.
“Mad God” es una de las mejores experiencias cinematográficas del año y debe ser la más atrevida, valiente y excesiva. Nadie ha hecho algo igual, ni similar, ni cercano. Así ha reservado su espacio en cualquier lista futura que llame por ella.
Fortune Favors Lady Nikuko
Los que nos siguen sabrán que tenemos una debilidad por el anime. Los que no, se estarán enterando. Alejados de ser expertos del género, pero sí afanosos espectadores, la nueva película del Studio 4°C fue marcada rápidamente por nosotros. Sin haber visto más del director Ayumu Watanabe, de carrera discreta pero sólida en Japón, podemos decir que su último trabajo en el mundo animado es de los buenos.
En “Fortune Favors Lady Nikuko” seguimos a Kikuko, una niña cerca a la pubertad, que vive junto a su madre en un barco anclado en el puerto de un bello pueblo Japonés.
Ya con el epílogo y presentación de los personajes, queda claro el estilo de Watanabe, con sus exageraciones y manierismos. Tan partes del anime en general. Pero sobre todo de ese que poco a poco se va extendiendo en el mundo occidental, siguiendo la estela de otros productos que se acoplan un poco más a las formas e idiosincracias de esta parte del mundo. Ese golpe rimbombante inicial, y que se repite constantemente por fragmentos y sobre todo que acompaña al personaje de la madre, puede espantar a algunos. Pero vale la pena abrazarlo para poder disfrutar de lo demás.
Porque si bien “Fortune Favors Lady Nikuko” no será un clásico del género, romperá reglas o traerá nuevos ingredientes a la mesa, no deja de ser un producto de animación de primer nivel. El pueblo creado por Watanabe respira y vive. Con sus luces y sombras. Sus animales y elementos. Y la deliciosa comida cuyo olor y sabor sobrepasan la pantalla. Nada que envidiarle a los grandes estudios de animación mundial. Nada.
Además, la historia es un tierno y sensible “coming of age”, que aunque no llegue a calar profundo y sacar lágrimas, se siente y disfruta, e incluso trae una que otra sorpresa agradable.
