Por Renan Ortega
(CON SPOILERS) La búsqueda de la libertad no es tarea fácil, para ser eufemístico. Y no me refiero a la búsqueda de la libertad en un sentido pragmático, sino conceptual. Existen múltiples ideologías políticas que hablan de la libertad como la ausencia de ataduras objetivas y específicas, principalmente relacionadas con la coacción y la acción del Estado (o un tercero) y con el uso de la fuerza. Pero ser libre en sentido sustantivo, o material, como potencialidad de, efectivamente, hacer cosas, no es lo mismo que sentirse o saberse libre. ¿Es libertad verdadera si, a pesar de ninguna restricción física o violenta, uno no puede actuar por miedo a la mirada, juzgamiento, insulto, del resto? Quizás sí, porque, finalmente, bajo definiciones restrictivas de libertad, lo subjetivo pasa a un segundo plano. Pero el sentirse libre existe en una dimensión que sobrepasa la libertad material –esa que concierne al Estado y la cosa pública–y se relaciona más con la posibilidad de hacer y experimentar sin sentirse restringido.
Ayer vi Poor Things (Yorgos Lanthimos, 2024) por primera vez y, entre la estética de la fotografía, la dirección de arte, las actuaciones y el score, lo que experimenté fue una oda a la libertad absoluta, con toda la crudeza y las consecuencias que el saberse y sentirse libre implican.
Bella (Emma Stone) es madre e hija a la vez, tras un experimento realizado por su “God”, su padre/dios; dios en el sentido de Godwin (Willem Dafoe) y de creador. Su padre encontró a una mujer que se había lanzado por un puente y se aferraba a la vida. Esa mujer estaba embarazada y el bebé estaba aún vivo. Entonces, en un acto que él considera hermoso, salvó parcialmente la vida de ambos. Extrajo así el cerebro del feto y se lo instaló a la madre, para engendrar a un ser con cuerpo y mente desincronizados. Una mente de bebé en un cuerpo adulto.
Digno del realismo mágico, se nos introduce a un mundo en el que la experimentación infantil es un estilo de vida, con una curiosidad y pureza como salida de El Principito.
El padre exhibe múltiples cicatrices en la cara y cuerpo y depende de un artefacto para digerir alimentos. Él, después de comer, debe expulsar una burbuja por la boca donde salen todos los gases que su cuerpo ya no produce. Bella, su hija, lo observa y, luego de que la burbuja revienta, aplaude. Esta es su normalidad. Una en la que ella es adulta, su padre tiene apariencia de monstruo, pero a ella le parece hermoso, y hay gallinas con cabezas de cerdo y cadáveres en el sótano.
De la misma manera, su padre lleva las cicatrices de un pasado a todas luces brutal: el padre de su padre experimentó también con el cuerpo de su hijo, al punto de dejarle múltiples cicatrices que para el espectador son evidentes. Un cuerpo monstruoso, crudo, deteriorado y desexualizado (¿o asexualizado?). Recuerdos en su piel que se exhiben abiertamente, pero que, así como son evidentes, no guarda con rencor. Todas las cicatrices se ven, porque él no las esconde. No son traumas. Son parte normal de su vida y de su ser. Él es una criatura libre, desexualizada, con un lenguaje refinado, pero que suena, a la vez, infantil por la simplicidad y transparencia con la que se refiere al mundo. Lo ve todo con una naturalidad que lo aleja de las convenciones sociales y que lo aliena.
Pero él sigue siendo un ser humano que creció y vivió bajo las estructuras sociales que determinan cómo uno actúa y se mueve. En cambio, Bella representa el arquetipo de la deconstrucción perfecta. O más bien, la construcción desde una tabula rasa. Es un adulto que llega al mundo como adulto, pero sin conocerlo. Sin saber por qué algo es bueno o malo o, mejor dicho, para el cual no existe lo bueno o lo malo. Porque, finalmente, lo que es bueno o malo termina siendo simplemente reflejo de lo que la sociedad ha considerado bueno o malo, ya sea por adaptación, supervivencia u otros.
Está claro. Bella, por su desconocimiento de las convenciones sociales, no tiene “autocontrol” y, por lo tanto, tiene la habilidad de ponerse en peligro constantemente. Su padre, consciente de ello, no le permite salir de casa, por un paternal sentido de protección. Ese sentimiento paternal es lo que lo ata al mundo de las convenciones sociales. Su deseo de proteger a lo que ama, a aquello que él ha engendrado, aunque sea a través de la experimentación.
Pero Bella no tiene tales ataduras. No tiene hijos (ella es su propia hija), quizás lo único que podría haber destruido su libertad, y no tiene limitaciones sociales. Es por eso que experimenta con su sexualidad sin tapujos, siendo la sexualidad uno de los aspectos con mayor restricción social, pero, también, uno de los aspectos que le da más libertad y poder. Ella descubre, a través de una manzana, el pecado original (y el orgasmo), pero a diferencia de la historia bíblica, no lleva consigo el castigo de la vergüenza ni es echada del paraíso. Más bien, a través de la sexualidad y la belleza completamente desatados, ella, una mujer adulta en una sociedad conservadora, es capaz de hacer lo que le plazca, llevando a los hombres, que de una forma u otra intentan controlarla, a la desesperación y hasta la locura. A través de su sexualidad libre es capaz de experimentar, conocer, pensar, preguntarse e incluso obtener todo el dinero que quiere y necesita. Pero, a la vez, con la experimentación libre de su sexualidad se da cuenta de que, más allá de eso, no hay nada. No hay mucho más que pura experimentación, momentos de disfrute y momentos de insatisfacción.
A medida que crece, el sexo va perdiendo su encanto y empieza a importar más el conocimiento, el cuestionamiento y critica constantes. El por qué las cosas funcionan como funcionan. Así como cuando alguien envejece y se vuelve adulto, el aprender y el conocer la crueldad del mundo la hacen sufrir y la hacen sentirse insatisfecha; deja de ver el mundo como una infante. Es una adulta, pero es una adulta que ha construido su identidad lejos de las ataduras que un ser humano normal experimenta; pobres criaturas, los humanos. Es una Eva, creada por God, que come de la manzana del sexo, el conocimiento y la conciencia, pero que no es castigada con la vergüenza que la sociedad trae, sino que vive en libertad, se sobrepone, y toma el lugar de dios (quien muere), al punto de que es madre e hija (solo falta la espíritu santa) al mismo tiempo. Su libertad le permite ser, también, creadora –ahora que estudiará para ser cirujana– y también le permite desterrar al mal absoluto, su ex esposo, de una vida que ya no existe, al que convierte en una cabra (¿quizás como referencia al demonio?).
En conclusión, Poor Things es una película que logra poner de manera efectiva preguntas sobre lo que significa el sentirse y saberse libre en un mundo que no lo es (de nuevo, libertad no en sentido material, sino espiritual¿?). Bella es una humana que nace libre de estructuras sociales que limiten su comportamiento, lo que le permite experimentar y desafiar, constantemente, ideas preestablecidas de lo bueno, lo malo, lo que se debe y no debe hacer. Solo estando libre de toda vergüenza es que Bella logra ser la diosa de su propio Edén, donde las gallinas tienen cabeza de cerdo, donde tiene una amante y un esposo, donde es médico y la vida es una constante experimentación y deconstrucción sin consecuencias (ojalá la vida fuese así).