Dirección: Óscar Catacora, Tito Catacora
Guión: Óscar Catacora
País: Perú
Reparto: Luz Diana Mamami, Cecilio Quispe Ch., Juan Choquehuanca, Irma D. Percca, José D. Calisaya
«Wiñaypacha» fue una de las mejores películas peruanas de los últimos años, así como un éxito en taquilla. Fue además, la ópera prima de Óscar Catacora, un joven director que se presentaba como uno de los nuevos y prometedores cineastas peruanos. Lamentablemente, en los inicios del rodaje de «Yana-Wara» en El Collao (Puno), alejado de cualquier centro de salud adecuado – también como síntoma del abandono del estado en tantas regiones del país – su apendicitis no pudo ser tratada y falleció. Su tío, Tito Catacora, quien el año pasado había presentado el excelente documental «Pakucha» en el Festival de Cine de Lima, tomó por completo las riendas de la película y la terminó.
En «Yana-Wara», La Justicia Comunal acusa a don Evaristo, de 80 años de edad, por el asesinato de su nieta Yana-Wara, de 13 años de edad. Durante la audiencia, todos se enteran de la trágica historia de esta joven, quien, a causa de la violencia de género, empieza a tener visiones aterradoras tras haber sido tocada por los espíritus malignos que habitan en los lugares prohibidos del Ande.
«Yana-Wara» es una de las mejores películas que hemos visto del cine peruano. Superando, para nosotros, a su predecesora «Wiñaypacha» que también contaba con la misma distinción. Los Catacora, inspiradísimos y apoyándose en el cine clásico japonés de maestros como Ozu o Mizoguchi, apuestan por una cámara estática, muchas veces por debajo de la altura convencional, para retratar a sus protagonistas y su entorno. Componiendo las imágenes siempre a favor de movimientos dentro de la pantalla y de sacarle provecho a ubicaciones y posiciones naturales, tanto del paisaje como de los personajes. Tal como lo hicieron con «Wiñaypacha» pero con mayor madurez en el tratamiento, así como en los agregados narrativos y visuales que siempre aportan y la engrosan.
Porque además en «Yana-Wara» convergen varios géneros. Donde dentro del judicial, que da inicio y fin al visionado, tenemos un terrible drama social y también una película de terror. Casi como un tríptico que se compenetra a partir de un sistema de creencias que puede resultar ajeno a muchas personas pero que no solo es importante descubrir, sino también reconocer y aceptar. Uno que además permite seguir la terrible realidad de la protagonista, que es la misma de tantas niñas de nuestro país, desde un punto de vista bastante peculiar, macabro y desgarrador, pero que escapa del miserabilismo.
Mientras que en el plano del horror, nos acercamos mucho a «El Exorcista» y a cierto expresionismo y tratamiento del género que posiblemente nunca hemos visto ser llevado tan bien con anterioridad en una película nacional. Este puede resultar algo áspero y exagerado o excesivo, pero no solo describe lo que sucede dentro de la pantalla sino que lleva al espectador a vivir ciertas sensaciones o acrecentar las emociones sopesadas. Como llevarnos a través de prácticas milenarias animistas que siguen siendo vigentes y funcionales más allá de que las terapias convencionales y la modernidad le den la espalda. Permitiendo al propio espectador que cuestione estas prácticas que son parte de una realidad, más allá de la eficacia que puedan tener.
«Yana-Wara» nos ha parecido magistral, la enésima prueba de que el mejor cine peruano actual sucede fuera de Lima, siendo engendrado por aquellos que viven fuera de la capital y dirigido a sus propios vecinos. Pero también el lamento de un director que, aunque descansa en paz, se fue demasiado pronto…