El popular “coming of age” es un género que vemos constantemente en el mundo del cine y de las series, donde el protagonista va pasando de la adolescencia (juventud) a la adultez, a través de situaciones, en su mayoría universales y melancólicas, permitiendo que el espectador se identifique profundamente. “We are who we are” entra en este género, pero lo trasciende e incluso “evoluciona”. La nueva serie de Luca Guadagnino (“Call me by your name”, “Suspiria”) es más bien un “coming of generation”, donde el italiano evita clichés y autorreferencias, apostando por una historia completamente contemporánea y vanguardista en sus formas y fondos.
En “We are who we are” seguimos a Fraser, un adolescente que llega junto a sus madres a una base militar estadounidense en Chioggia. Acá conoce a un grupo de jóvenes con quien hace “migas”, especialmente con su vecina Harper. A partir y a través de ellos, y a veces extendiéndose a los demás personajes, pasamos por diversos relatos cuyo fin, más allá de contarnos una historia que empieza en un punto y termina en otro, es hacernos experimentar y sentir junto a ellos.
Son muchos los aciertos de esta serie, tantos que; gustos aparte, la colocan como una de las mejores y más relevantes series del 2020. Para empezar, Guadagnino dirige los 8 capítulos y esto se percibe por completo. La sensación de “We are who we are» es la de una película fragmentada en ocho capítulos totalmente coherentes entre ellos. La melodía siempre es la misma, no hay cambios ni perturbaciones. Básico para narrar una historia que requiere una sensibilidad especial, como buen italiano, donde la belleza prima. Luca puede hacer que un polo mojado y tirado en el suelo, se vea tan bien que provoque enmarcar. Lo cual es esencial cuando se trata de retratar personajes y situaciones que harán ruido a todas las generaciones que anteceden a la retratada acá. Fraser, por dar un ejemplo, es un protagonista que cae pesado por su “falta de atención”, hiperactividad, vehemencia, engreimiento (y un largo etcétera). Sin embargo, la naturalidad, espontaneidad y libertad del personaje (magníficamente interpretado por Jack Dylan Grazer,), lo vuelven empático. Pero, sobre todo la falta de juicio (y ni que decir prejuicio) de Luca hacia sus personajes, ubicándose en una posición increíblemente neutral, logra que las cosas se muestren tal como son. Le guste a quien le guste, disguste a quien disguste. Ellos son quienes son, aquí y ahora. Porque, así como Fraser, vemos una amalgama de personalidades y situaciones, que el mal hablado llamaría “progre”, pero que en realidad son una muestra cruda y precisa de la nueva juventud, dinámicas familiares aparte.
Otro punto importante de “We are who we are» es la locación. De arranque nos instalamos en una base militar en medio de una desconocida (para la mayoría) ciudad italiana. El shock inicial al enterarnos que existen espacios como este (así sea ficticio), con sus dinámicas particulares, es tal que uno, aunque incómodo (y esta incomodidad nunca se va del todo), se termina rindiendo ante lo extraño e inverosímil que resulta. Al aceptarlo, Luca ya te tiene de su lado, y acá la experiencia se disfruta como pocas.
Sin extendernos más, porque no deseamos arruinar la experiencia ni caer en spoilers, y mencionando merecidamente la extraordinaria banda sonora y elección de canciones, queremos terminar conversando un poco sobre el inmenso final. Inesperado y mágico. Donde poco a poco el trámite se iba cocinando y apuntando a una conclusión típica. El despertar sexual sucedería, la despedida romántica se daba y lo convencional, aunque muy bien conseguido, primaba. Qué vuelta de tuerca la de Luca, con fantasmas incluidos, sorpresas a último minuto y promesas rotas. Con una plaza de Bologna de fondo, termina sucediendo lo que no sabíamos que queríamos. Extraordinario.