Para la reseña de esta semana, haremos un pequeño paréntesis. Hablaremos de otro subgénero, que si bien puede formar parte del paraguas del cine de culto, no está conformado por, exactamente, producciones de serie B, ya que muchas han llegado a costar millones de dólares y han sido consumidas, desde su lanzamiento, por audiencias masivas. Hablamos del giallo, subgénero cinematográfico de terror nacido en Italia a fines de los años 60, centrado en narrar historias marcadas por una excesiva presencia de elementos violentos, y que siguen una estética muy precisa, donde lo horrible se confunde con lo bello, y el cine de explotación se confunde con el cine arte. A través del ejemplo de “Opera”, película de 1987 de Dario Argento (“Suspiria”, “Tenebre”), veremos justamente qué es lo que distingue al cine giallo del cine de serie B, y cuáles son los elementos que los asemejan.
“Opera” cuenta la historia de Betty, una joven cantante de ópera que, a raíz de un extraño accidente que postra en cama a la cantante que interpretaría el rol de Lady Macbeth en una producción de “Macbeth” de Verdi, es llamada para reemplazarla. Su falta de experiencia, su juventud y su temor ante el reto que se le presenta son rápidamente superados por sus propios traumas que emergen a lo largo de su proceso creativo, y que, curiosamente, parecen coincidir con aquellos de un misterioso asesino, que va acabando con todos los participantes de la obra, hasta llegar a Betty. Resulta interesante, en ese sentido, poner en valor un primer punto en común entre giallo y serie B: el eminente rol en la trama de diversos grados de descomposición mental de los personajes. Comparemos a Betty, heroína de “Opera”, con Irena Dubrovna, personaje principal de “Cat People” de Jacques Tourneur (1942), que hemos comentado previamente. Ambas cintas juegan, a través de un lenguaje cinematográfico propiamente dicho de autor, con ciertas aristas ambiguas que matizan las psicologías de los personajes principales. ¿Son víctimas o victimarias? En cierto punto de “Opera”, Betty explica sus traumas de infancia, ligados a una maliciosa figura materna y extraños sueños que la persiguen hasta el presente de la acción. Sin embargo, en lugar de querer huir del destino que parece imponérsele a través de la figura del asesino, Betty decide apropiarse de sus traumas y usarlos contra el asesino, luchando. No podemos negar, al ver la película, que resultaría posible que Betty sienta un cierto grado de placer al, ella misma, perseguir y enfrentarse al asesino. Si seguimos la comparación con Irena de “Cat People”, vemos que esta última, a pesar del trauma que representa para ella su lado felino (ligado a la infancia, al lugar de nacimiento), decide también, a partir de cierto punto, entregarse al destino que se le impone. Punto en común principal: la ambigüedad de los personajes principales, la falta de seguridad, del lado del espectador, de quién es bueno y quién es malo.
Esto nos hace pensar en un segundo elemento que asemeja a ambos géneros: la importancia del lenguaje cinematográfico, de la presencia de un autor, es decir un director, de cuya creatividad nace y se consolida la cinta. Hay una serie de elementos que no pueden faltar de una cinta giallo para que sea considerada como tal: la protagonista delirante, la violencia exagerada, extraños y sorprendentes trucos de cámara, colores brillantes, entre otros. De la misma manera, el cine de serie B también gira en torno a una serie de elementos claves que determinan la estética de la película: bajo presupuesto, tiempos de duración cortos, escenarios sobrios y no muy cargados, actuación e historia inverosímil. Es decir, tanto el cine giallo como el de serie B se rigen por un código estético preciso, que hace que distintas películas de ambos géneros puedan rápidamente ser reconocidas, por el espectador, como tales. En “Ópera”, por ejemplo, encontramos elementos clásicos del cine de Argento, que son de hecho aquellos que fueron citados previamente para describir los elementos claves del cine giallo. Su visión, única e irrepetible, es aquella que le otorga a la cinta su valor original y creativo.
Sin embargo, la mayor diferencia entre cine giallo y de serie B radica en un tecnicismo. Para muchos, el cine de serie B no es un subgénero en sí, ya que una cinta de serie B puede ser tanto de terror, como de comedia, o cualquier otro género: lo importante es que cumpla, ante todo, con los requisitos de bajo presupuesto y corta duración. En ese sentido, una cinta giallo podría ser también una cinta de serie B. Sin embargo, creemos que reducir el cine de serie B a un tema puramente métrico y monetario es un tanto reductor. Creemos- y es acá que entra el pensamiento mágico que no es muy querido en la crítica- que las mejores cintas de serie B nacen de una profunda disconformidad de ciertos directores ante los cánones establecidos por Hollywood para cada género, cánones que, esos sí, son puramente métricos y monetarios. El cine de serie B, creemos, es fruto de la rebeldía de aquellos directores que no consideran necesitar millones de dólares para hacer una buena película, que entretenga y, sobre todo, sepa resonar emocionalmente en el espectador, creando sus propios cánones y reglas, ajenas a las de Hollywood. Lo mismo para el giallo que, como el cine de serie B, pasa por una reconsideración extrema de aquello que es estético, o de aquello que cumple estrictamente con lo tradicionalmente considerado como la correcta forma de narrar. Giallo y serie B: dos subgéneros tan brillantes y necesarios que, incluso en sus diferencias, saben reconciliarse. Vayamos hacia ellos.