En el marco del TIFF, vimos la película encargada de abrir la Mostra de Venecia, la italiana “Lacci”.
Dirigida por Daniele Luchetti y basada en la novela de Domenico Starnone (quien también co escribió el guion), estamos frente a una historia que nos demuestra como una sola decisión puede malograr la gran parte de tu vida.
Son los inicios de los años 80 en Nápoles y Vanda (Alba Rohrwacher), un ama de, está casada con Aldo (Luigi Lo Cascio), un locutor de radio más o menos famoso, tienen 2 hijos: Anna y Sandro. Nos presentan a esta familia aparentemente normal. Sin embargo, Vanda siente que algo anda mal con su esposo, así que, sin muchos rodeos, le pregunta directamente qué pasa. Para sorpresa del espectador, Aldo no duda ni un segundo y le confiesa que está teniendo un affaire con otra mujer.
Pasan pocos minutos de discusión para que, finalmente, Vanda lo bote de la casa y, nuevamente sin molestarle mucho, Aldo se va. Una vez decidido que no van a seguir juntos, Aldo se muda a Roma con su nueva pareja, Lidia (Linda Caridi), y empieza a desvincularse lentamente de sus hijos y de su vida napolitana.
Hay una escena muy dura en “Lacci” en la que, en un juzgado para la custodia de los hijos, Aldo dice no interesarle ni la custodia compartida. Este momento es decisivo para Vanda.
Pasan los años y nos encontramos en el presente (pre Covid), vemos que Vanda y Aldo siguen casados y viven juntos. Como espectadores nos preguntamos: ¿qué ha sucedido en estos 30 años?
Por suerte los flashbacks constantes nos permiten entender en qué momento, aparentemente, Aldo tomó la decisión de volver al seno familiar. La historia deja un claro mensaje: si no hay amor ni compatibilidad, por favor, sepárense. Sobre todo, si hay niños de por medio.
Poco a poco, con la pareja madura (Laura Morante y Silvio Orlando), nos vamos dando cuenta que Aldo ahora es un hombre dócil, manipulable y adormecido. Vanda, por otro lado, es una mujer amargada que no ha podido dejar de lado el resentimiento hacia su esposo y aprovecha cada día de su vida para hacerlo sentir como ella misma dice sentirse: miserable.
“Lacci” nos muestra muy de cerca cómo funcionan ciertas relaciones en el mundo real, este matrimonio no es algo de otro mundo, el trauma latente en los hijos no es ajeno, el odio que se tienen los protagonistas es fácil de encontrar en algunas parejas que no supieron decir basta.
El final de la película es un tanto inverosímil, involucra a los hijos ya mayores, Anna está en quiebra, desgastada y deprimida. Sandro aparenta tener la vida perfecta, un buen trabajo, familia, estabilidad… Pero todo colapsa es una escena de desfogue en la que nos queda claro que los hijos, por más que pasen los años, son los que más sufren.
No quisiéramos dejar de mencionar el gran trabajo de diseño de producción de Andrea Castorina, “Lacci”, después de todo, sucede casi en su totalidad dentro de 3 departamentos. También, una mención especial al diseñador de vestuario Massimo Cantini, quien logra potenciar la personalidad de los personajes a través del vestuario.