Dirección: Joel Calero
Guión: Joel Calero
País: Perú
Reparto: Juana Burga, María Luque, Amiel Cayo, Lucho Cáceres
En el 2016 Joel Calero empezó una trilogía donde cada película cuenta una historia independiente pero compartiendo el mismo universo, teniendo el mismo trasfondo y conversando, a su manera y desde distintos ángulos, del mismo tema: Las repercusiones que tuvo la época del terrorismo y el conflicto armado interno en el Perú en sus ciudadanos.
«Alejandra (Juana Burga) regresa al Perú. Hace más de 20 años, ella y su madre abandonaron el país. En Cusco, haciendo trámites, descubre que su padre —a quien daba por muerto— está vivo y preso por haber militado en un grupo subversivo. Alejandra se propone, entonces, conocer a este hombre que la abandonó cuando ella tenía 3 años. Pronto, este viaje mutará hacia un tránsito interior para descubrir las trazas de su padre, su país y su propia identidad.»
En «La Última Tarde», la entrega anterior, acompañábamos a dos ex militantes del MRTA que se reencuentran casi 20 años después para firmar su divorcio. Calero, en un formato similar al de Linklater con su trilogía «Before», nos hace acompañar a esta pareja durante un día, caminando y conversando sobre todo lo que aconteció y sus respectivas visiones. Ya de por sí, era una película valiente y necesaria, tanto en concepto como estructura. Que además empezaba con pie derecho (e izquierdo) este tríptico.
Con «La Piel más Temida», Calero consigue replicar lo mejor de su antecesora, acrecentarla y agregar más matices sociales y elementos cinematográficos que hacen de esta una experiencia aún más redonda. Donde el ingrediente principal quizás sea el mismo: un elenco en estado de gracia.
Lo hemos dicho antes y lo repetimos, Amiel Cayo y Lucho Cáceres son dos tesoros nacionales de la actuación. De hecho el segundo es el único participante de las tres películas y eso es suficiente para garantizar total calidad en las performances. Ambos impregnan una naturalidad única gracias a sus presencias, maneras y diálogos, donde con Cayo obtenemos un bellísimo momento con una mandolina y con Cáceres un pivote constante y esencial. Aún así, se puede decir que la poco conocida actriz boliviana (por estos lares) María Luque, quien tiene el papel de la abuela de la protagonista, se roba el show. Agregando ternura, comicidad y una idiosincracia particular que genera tensión y le da color a la narración. Finalmente, la super modelo Juana Burga resulta una elección peculiar y arriesgada en el protagónico, quien inicialmente puede hacer un poco de ruido pero mientras pasan los minutos va cuajando y dando sentido. Muy bien dirigida y apoyada por sus colegas.
Pero más allá de las excelentes actuaciones en «La Piel más Temida» que en cantidad se duplican de su predecesora, hay otros valores importantes que mencionar. Calero sigue matizando lo ocurrido en aquellos terribles y lamentables tiempos y rehuye de polarizar la mirada, ponerla en blancos y negros o izquierdas y derechas. Justamente porque para cualquier conversación y discusión profunda e inteligente hay que saber jugar con grises. Que finalmente tiene que ver con miradas y percepciones. En «La Última Tarde» esta se limitaba a dos, a un dúo, mientras que en esta «secuela» tenemos más color, tanto desde lo político como de las propias idiosincracias. Elevando el valor del material y haciendo que la burbuja crezca cada vez más. Dejando además un enorme interés por la película concluyente donde veremos el ángulo de un ex militar y su hijo.
«La Piel más Temida» es una especie de coming of age para su protagonista, donde la madurez obtenida parte del reconocimiento de sí misma. De su historia y pasado. De poder empatizar con el otro, encontrar su lugar y saber a qué párrafo de la historia pertenece. Alejandra es llevada por distintas situaciones, ajenas a su normalidad y a lo que esperaba, donde a través de conversaciones y momentos, ella crece. Como también lo hace el espectador.
«La Piel más Temida» es una de las mejores películas de esta excelente edición y del cine nacional en los últimos años. Valiosa, importante y hasta necesaria. Una cura para la ignorancia y una búsqueda por, si es posible, comprender cada vez más.