Zack Snyder, como cualquier director con un estilo fuertemente marcado, no es para todos. Luego de su ópera prima (la muy buena “Amanecer de los muertos”) empezó a mostrar sus formas y trazar su propio camino. Uno donde lo narrado se asemejaba más a un cómic y se alejaba de lo mundano y realista. Sus personajes, casi siempre super héroes o personajes con habilidades extraordinarias (incluyendo “Ga´Hoole”), se acercaban más a un mundo de fantasías, leyendas y dioses. Con Snyder, la religiosidad es caricaturizada y su protagonismo no forma parte de lo terrenal. Para conseguir este efecto, apuesta por lo épico y excesivo, que aleja al espectador de empatizar con las figuras que aparecen en las pantallas. Porque no nos correspondería, según su visión, estar a la altura o compartir de tan cerca, con deidades o experiencias sobrehumanas. Esto en contraposición con el MCU, donde los héroes, con todas sus habilidades, dilemas y procedencias, son tan humanos como el que come canchita en la sala del cine.
Por lo tanto, Snyder siempre nos significó tener una experiencia audiovisual que asombrara. El punto de visitar sus películas era disfrutar de un espectáculo que nos hiciera ver una realidad extraordinaria e inaccesible. Desde “300”, pasando por “Watchmen” y “Sucker Punch”. Fue al finalizar la última donde dijimos saliendo del cine, “ojalá él dirija la próxima Superman” y el deseo se nos cumplió. Para nosotros tenía todo el sentido del mundo. Era perfecto. Tanto así, que se convirtió en el cerebro detrás del DCU.
La historia se torna un tanto problemática y compleja. Su visión empieza a tener detractores, generar peros y conflictos, tanto para los fanáticos como con los ejecutivos. Al otro lado del charco, los “rivales” de Marvel contentaban a todo el mundo, habían conseguido lo que nadie y estaban kilómetros adelantados. Era inalcanzable. La presión era excesiva y era necesario apresurarse y saltarse varios pasos, llegando a la meta de La Liga de la Justicia a las buenas o a las malas. Acá es donde la tragedia toca la puerta de la casa Snyder. Autumn, su hija, se quitó la vida y Zack no pudo continuar en la batalla laboral y creativa en la que estaba. La familia era prioridad y también sanar junto a ella. Por lo tanto, las cabezas de Warner y DC decidieron seguir con el proyecto y modificarlo a su antojo, contratando a un director que viniera de la casa Marvel (Joss Whedon) y que reagrupara a los super héroes icónicos. Básicamente se cambió todo e incluso hubo un maltrato sistemático a Ray Fisher (que acabó en denuncias y pugnas legales). El resultado fue un despropósito que casi aniquila lo poco hecho hasta el momento y que obligó a transformaciones y decisiones necesarias.
A fin de cuentas, “La Liga de la Justicia” que vimos en el 2017 no era la película de Snyder. Ni de cerca. Solo quedaba aceptar que estas cosas suceden en el mundo del cine, más aún cuando hablamos de mega producciones y franquicias, y que solo veríamos la versión de Zack por un milagro. Milagros como aquellos tan vistos y repetidos en sus películas, una y otra vez. Tanto así que los espectadores, ahora fans del director, creyeron que esas imposibles proezas narradas hasta el hartazgo, podían llevarse a cabo. Al menos intentarse. Lo lograron.
Años después, gracias en buena parte a HBO (y a los fans), hemos podido disfrutar de la verdadera versión de Snyder. Ni siquiera de la que hubiera estrenado antaño, sino de una inflada, sin bozal ni correa, sin peros ni conflictos. Con más de 4 horas de duración (ni “The Irishman”, ni “El Padrino”, ni “Lawrence of Arabia). 242 minutos de Snyder en su máxima expresión. En la yema del gusto de sus fanáticos, pero un baldaso de agua fría para sus detractores. Es el Snyder Cut por excelencia.
La que iba a ser nuestra introducción se vuelve la opinión en sí porque refleja lo que vemos en la pantalla durante todo el metraje. Porque de opiniones sobre la película en sí ya deben haber leído varias. Porque queremos que tengan la experiencia por ustedes mismos y evitar cualquier spoiler.
Pero para no perder la costumbre, podemos decir que es una experiencia épica. Una que hacía mucho no disfrutábamos y que en estas épocas donde faltan espectáculos que se vivan en magnitud e importancia, donde las salas, al menos en estos lares, permanecen cerradas, es necesaria y vital. Una proeza que, contradiciendo el cine de Snyder, solo pueden conseguir estos seres celestiales, fue llevada a cabo por un grupo humano y una horda de fanáticos que creyó en las leyendas de su autor. Ahora que creemos más en los milagros, quién sabe si sucede otro y tenemos una continuación. Todo es posible.
*Otro deseo que tenemos es que él dirija Dragon Ball. ¿Qué les parece?