Empezamos nuestra primera travesía en el Festival de Toronto con la ópera prima de Christos Nikou, quien ha sido asistente de director de Yorgos Lanthimos y Richard Linklater.
Fue la película inaugural del Festival de Venecia, recibiendo muy buenas críticas y ahora en territorio canadiense, mantiene la racha positiva.
En “Apples” seguimos a un hombre de mediana edad, víctima de una epidemia de amnesia. Sin avisar y de golpe, las personas empiezan a perder la memoria.
La película nos hace reflexionar sobre el rol de la memoria, cómo sería la vida si de un momento al otro, la perdiéramos. Nos presentan una sociedad en la que las ambulancias llegan a recoger personas que, en un instante, dejan de recordar; para llevárselas a hospitales estatales donde se agrupan a todos los amnésicos. Conocemos personajes que lo olvidan todo, pero tienen familiares o seres queridos que los van a recoger; sin embargo (y como pasa con el protagonista), hay un número de pacientes que no son reclamados. Es acá donde nos presentan un programa diseñado para las personas que no pueden recordar, pero quieren empezar una vida “nueva”, desde cero.
Las personas que han sufrido de este golpe repentino de amnesia tienen la oportunidad de empezar una nueva vida, borrón y cuenta nueva. A partir de una serie de ejercicios, pruebas y actividades, se van conectando poco a poco con su nuevo yo y con el entorno social. Los médicos encargados de reincorporar a estos amnésicos a la sociedad son los que les dejan “tareas” para vivir experiencias “universales” y ver cómo reaccionan. Por ejemplo, montar bicicleta, ir a un bar, chocar un auto contra un árbol, etc.
Si ya con la premisa las similitudes con nuestro presente son obvias, el tono melancólico, triste y seco que imprime Nikou en los momentos, situaciones y personalidades de la historia, encrudece los lazos con nuestra “nueva” realidad. El distanciamiento social no está en la imposibilidad del tacto o la reunión, sino en olvidar quién eres, quién fuiste y a quiénes querías. La interacción humana es difícil, pero el programa de reintegración fuerza a los pacientes a generar lazos sociales. Después de todo, el hombre es un animal social.
Así y de manera minimalista, Nikou escoge pequeños momentos, precisos, tratados con el ritmo necesario para que el espectador no solo empatice con el protagonista, sino que también se sienta aletargado, viviendo la experiencia en carne propia y preguntándose cómo reaccionaría frente a una situación similar. El director griego nos entrega una ópera prima que genera expectativa.
Adicionalmente, el juego con las luces y la paleta de colores siempre es preciso para situarnos en una realidad melancólica, triste pero no tan lejana.
Gran ejemplo de un debut calculado y logrado, que le abrirá las puertas a nuevos proyectos y que nosotros esperaremos con ansias.