Ayer vimos “Algunas Bestias”, el segundo largometraje del director chileno Jorge Riquelme Serrano, ganador del premio de Nuevos Realizadores en el Festival de San Sebastián. Y premiado en el Festival de La Habana con el Premio Especial del Jurado y a Mejor Director. Acá compite en Ficción.
Acompañamos a tres generaciones de una familia que llega a una isla a vacacionar; sin embargo, desafortunados eventos suceden y se quedan varados sin poder regresar a la ciudad. Es así que el título del film comienza a tomar sentido. El elenco funciona de forma coral, con destellos de grandeza por parte de Alfredo Castro.
Jorge Riquelme Serrano ha creado una historia macabra, incómoda y retorcida; donde ha usado la pantalla para hacerse una auto terapia y purga sanadora. Es más, “Algunas Bestias” tiene todo para ser considerada como una película de terror. Y el mérito es mostrarnos que no hay nada más terrorífico que lo que está dentro del ser humano.
De igual forma, es una crítica a la sociedad chilena y a lo enferma que se encuentra. Es un momento de ebullición social en el país del sur y es una ebullición en aquella isla.
Uno como espectador sabe, desde el primer minuto, que algo está mal y que en cualquier momento explotará. El suspenso va creciendo y el espectador forma parte de la crisis. La sensación es similar a la obtenida en trabajos de Haneke, Gaspar Noé y Yorgos Lanthimos, por mencionar algunos. Y la dirección actoral es precisa. Se usó un guion no convencional, donde no habían diálogos, sino situaciones reconocibles pero con objetivos a medias. Esto permitió una actuación natural y una confusión en el entorno que suma a la experiencia. Se siente real.
Estos logros, se ven opacados cuando llegamos al momento final donde hay una escena terriblemente larga e innecesaria, polémica y perturbadora, que cae en un exceso enfermo. Sí, Riquelme Serrano cuenta en alguna entrevista que un miembro cercano pasó por algo similar, pero ese dolor latente explota y ensucia al espectador. Hay que tener mucha muñeca, tino, experiencia y sabiduría para saber cómo, cuándo y dónde llevar a cabo una acción como esta. Acá la terapia termina enfermando aún más al paciente.